Ya vuelvo a
estar en marcha.
He salido esta
mañana de antes algo más tarde que los días de atrás. Fue porque tuve que
recoger la moto del garaje y me llevó más tiempo.
Después de paga,
cuando intento salir resulta que el sistema no me detecta y no se levanta la
barrera, esto me suena como los famosos semáforos de Santander. Al final se
acerca el chaval y me hace cambiarme de barrera y conseguimos que se abra. Sin
más problemas cargo la moto y salgo de Nantes. Un maravilloso atasco me está
esperando y tardo unos 30 minutos en salir del núcleo urbano.
Cuanto he
salido de la ciudad, el paisaje cambia y me adentro en carreteras rodeadas de
árboles, que de vez en cuando desaparecen y dan paso a pastos enormes habitados
por vacas de todo tipo.
Aunque sigo
atravesando muchos pueblos, como ayer, es distinto ya que la distancia entre
ellos es más grande y además hay curvas amplias que cambian el paisaje y hacen
menos monótono viajar. Al salir de un pueblo, me encuentro que el desvío que
tengo que tomar está cortado, perfecto,
ahora si que tengo que navegar. Me hago a un lado de la carretera y
comienzo a buscar alternativas en el gps. Las encuentro rápido y recorro unos
cinco kilómetros extras.
Estoy
disfrutando mucho y cuando llevo 380 km desde mi último repostaje (dedicado a
mis amigos de las “R”) pienso que es hora de llenar el depósito. Busco una
gasolinera en el gps, y este me engaña dos veces. Finalmente a la tercera va la
vencida y reposto en una gasolinera y pago en un concesionario de coches. Me ha llovido un par de veces,
pero nada importante, aunque cuando acabo de repostar, comienza a llover
fuerte. Arranco y en el primer cruce, la moto decide calarse y no puedo con
ella, finalmente la apoyo en el suelo. Estaba cansada y decidió que tumbada
estaba mejor. Hago un primer intento por levantarla, pero la muevo exactamente
un cm, ni como recomiendan en todos los videos ni narices. Después de 3
intentos aparece un autobús y varios coches que se paran, aunque sólo un hombre
se baja y me ayuda. Entre los dos la levantamos y la aparto. Supongo que me
pregunta que si estoy bien, le contesto que “ok”, le doy las gracias en mi
perfecto francés y se monta en su coche. Ya solo, reviso la moto, no veo daños,
sólo unos raspones en la maleta y en el paramanos, además un espejo se ha
aflojado. Apaño todo y decido que es mejor tomarme un café. Así lo hago.
Después del
café echo un vistazo por el pueblo, La Gacilly. Es un pueblo precioso y además
tiene una exposición fotográfica en la calle, repartida por todo el pueblo.
Finalmente tengo que irme y reemprendo el viaje.
El resto del camino no ha tenido más altercados, ha sido en la línea de
la mañana, sólo que iba con frío y entrando a Roscoff me ha llovido. Las
lluvias aquí duran poco, unos minutos. Como en la cafetería de la terminal del
ferry, me sitúo y decido que me voy al pueblo a ver qué tal. Es un pueblo
precioso, con todas las casas de piedra y lleno de vida, el ferry lo mantiene
vivo. Hay gente de todas las nacionalidades por sus calles. Aprovecho y compro
mis típicas postales y por primera vez en el viaje compro pegatinas. Una de
Roscoff y otra de la región de Bretaña. Nada más comprarla me voy a la moto y
las pongo. Todo el mundo me mira con una sonrisa y a mi se me infla el pecho de
todas las pegatinas de mis maletas.
Me siento a tomar un café y aprovecho a escribir las postales para
mandarlas. Nada más levantarme las echo al buzón de correos y me voy a la
terminal.
Cuando llego, la señora de la ventanilla me informa de que tengo todo en
orden y que en la caseta de entrada me darán todo. Comienza a llover, y ya de
paso, lo hace con mucha fuerza. Apuro en la terminal a ver si escampa, pero
después de un rato, me voy para embarcar seguro de que me voy a empapar. Así
es, aunque me cuelo a todos los coches (privilegio de ir en moto que todos los
trabajadores me llaman primero), paso por la ventanilla de Irishferries y
después por el control de aduanas. Para entonces, ya voy calado hasta los huesos.
Un policía me pregunta que si voy grabando, le digo que no, que la cámara está
apagada, aunque podría haber dicho cualquier otra cosa, porque no lo comprueba.
Finalmente entro al ferry, nuevamente saltándome toda la fila de coches por
cortesía de los trabajadores del barco. Tengo que subir a la primera planta,
como está mojado me paran y me advierten que tengo que subir de carrerilla para
no parame en mitad de la rampa. Así lo hago y cuando llego al final, creo que
voy un poco pasado a juzgar por la cara de susto del trabajador que me guía.
Tengo que fijar la moto con una trinca, y un inglés muy agradable me
explica cómo, me acerca la trinca, unos trozos de moqueta y me ayuda a fijarla.
Le cuento que es mi primera vez en ferry y me felicita por ello.
Con la moto ya fijada, descargo y me subo al camarote. Bromeo con el
personal que me pregunta que si hablo inglés, francés, italiano y yo voy y
contesto que español. Al final en mi perfecto inglés acordamos cual es mi
habitación y allá que voy.
Creo que es mejor de lo que pagué, cuatro camas, baño, ducha, increíble
para ser un barco. Cuando estoy acomodado subo a ver el barco y descubro que es
un mini centro comercial lleno de bares, restaurantes y cafés. Salgo a la
cubierta y admiro el magnífico paisaje. Hago unas fotos y vuelvo dentro, que
hace frío. Al final cojo el ordenador y me pongo a escribir para el blog
sentado delante de un café. Ya veo a gente con la cara descompuesta por el
movimiento del barco, aunque yo me encuentro bien por el momento, esperemos que
la Guinnes no cambie esto.
Esta noche prometo unas cuantas pintas a vuestra salud y me dejaré caer
por alguno de los espectáculos que hay en los salones del barco.
Aunque tengo conexión en el barco, esta no es suficiente para poder subir fotografías al blog, con lo que mañana editaré la entrada cuando tenga un buen wifi.
Mañana cambio de país y de idioma. Ya iré contanto si la resaca me deja.
P.E.: Querría contar más cosas, pero ya os dejo un buen ladrillo.
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