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viernes, 6 de septiembre de 2013

Última etapa en Francia y ferry.

Ya vuelvo a estar en marcha.

He salido esta mañana de antes algo más tarde que los días de atrás. Fue porque tuve que recoger la moto del garaje y me llevó más tiempo.

Después de paga, cuando intento salir resulta que el sistema no me detecta y no se levanta la barrera, esto me suena como los famosos semáforos de Santander. Al final se acerca el chaval y me hace cambiarme de barrera y conseguimos que se abra. Sin más problemas cargo la moto y salgo de Nantes. Un maravilloso atasco me está esperando y tardo unos 30 minutos en salir del núcleo urbano.

Cuanto he salido de la ciudad, el paisaje cambia y me adentro en carreteras rodeadas de árboles, que de vez en cuando desaparecen y dan paso a pastos enormes habitados por vacas de todo tipo.
Aunque sigo atravesando muchos pueblos, como ayer, es distinto ya que la distancia entre ellos es más grande y además hay curvas amplias que cambian el paisaje y hacen menos monótono viajar. Al salir de un pueblo, me encuentro que el desvío que tengo que tomar está cortado, perfecto,  ahora si que tengo que navegar. Me hago a un lado de la carretera y comienzo a buscar alternativas en el gps. Las encuentro rápido y recorro unos cinco kilómetros extras.

Estoy disfrutando mucho y cuando llevo 380 km desde mi último repostaje (dedicado a mis amigos de las “R”) pienso que es hora de llenar el depósito. Busco una gasolinera en el gps, y este me engaña dos veces. Finalmente a la tercera va la vencida y reposto en una gasolinera y pago en un concesionario  de coches. Me ha llovido un par de veces, pero nada importante, aunque cuando acabo de repostar, comienza a llover fuerte. Arranco y en el primer cruce, la moto decide calarse y no puedo con ella, finalmente la apoyo en el suelo. Estaba cansada y decidió que tumbada estaba mejor. Hago un primer intento por levantarla, pero la muevo exactamente un cm, ni como recomiendan en todos los videos ni narices. Después de 3 intentos aparece un autobús y varios coches que se paran, aunque sólo un hombre se baja y me ayuda. Entre los dos la levantamos y la aparto. Supongo que me pregunta que si estoy bien, le contesto que “ok”, le doy las gracias en mi perfecto francés y se monta en su coche. Ya solo, reviso la moto, no veo daños, sólo unos raspones en la maleta y en el paramanos, además un espejo se ha aflojado. Apaño todo y decido que es mejor tomarme un café. Así lo hago.


Después del café echo un vistazo por el pueblo, La Gacilly. Es un pueblo precioso y además tiene una exposición fotográfica en la calle, repartida por todo el pueblo. Finalmente tengo que irme y reemprendo el viaje.

El resto del camino no ha tenido más altercados, ha sido en la línea de la mañana, sólo que iba con frío y entrando a Roscoff me ha llovido. Las lluvias aquí duran poco, unos minutos. Como en la cafetería de la terminal del ferry, me sitúo y decido que me voy al pueblo a ver qué tal. Es un pueblo precioso, con todas las casas de piedra y lleno de vida, el ferry lo mantiene vivo. Hay gente de todas las nacionalidades por sus calles. Aprovecho y compro mis típicas postales y por primera vez en el viaje compro pegatinas. Una de Roscoff y otra de la región de Bretaña. Nada más comprarla me voy a la moto y las pongo. Todo el mundo me mira con una sonrisa y a mi se me infla el pecho de todas las pegatinas de mis maletas.

Me siento a tomar un café y aprovecho a escribir las postales para mandarlas. Nada más levantarme las echo al buzón de correos y me voy a la terminal.

Cuando llego, la señora de la ventanilla me informa de que tengo todo en orden y que en la caseta de entrada me darán todo. Comienza a llover, y ya de paso, lo hace con mucha fuerza. Apuro en la terminal a ver si escampa, pero después de un rato, me voy para embarcar seguro de que me voy a empapar. Así es, aunque me cuelo a todos los coches (privilegio de ir en moto que todos los trabajadores me llaman primero), paso por la ventanilla de Irishferries y después por el control de aduanas. Para entonces, ya voy calado hasta los huesos. Un policía me pregunta que si voy grabando, le digo que no, que la cámara está apagada, aunque podría haber dicho cualquier otra cosa, porque no lo comprueba. Finalmente entro al ferry, nuevamente saltándome toda la fila de coches por cortesía de los trabajadores del barco. Tengo que subir a la primera planta, como está mojado me paran y me advierten que tengo que subir de carrerilla para no parame en mitad de la rampa. Así lo hago y cuando llego al final, creo que voy un poco pasado a juzgar por la cara de susto del trabajador que me guía.


Tengo que fijar la moto con una trinca, y un inglés muy agradable me explica cómo, me acerca la trinca, unos trozos de moqueta y me ayuda a fijarla. Le cuento que es mi primera vez en ferry y me felicita por ello.
Con la moto ya fijada, descargo y me subo al camarote. Bromeo con el personal que me pregunta que si hablo inglés, francés, italiano y yo voy y contesto que español. Al final en mi perfecto inglés acordamos cual es mi habitación y allá que voy.

Creo que es mejor de lo que pagué, cuatro camas, baño, ducha, increíble para ser un barco. Cuando estoy acomodado subo a ver el barco y descubro que es un mini centro comercial lleno de bares, restaurantes y cafés. Salgo a la cubierta y admiro el magnífico paisaje. Hago unas fotos y vuelvo dentro, que hace frío. Al final cojo el ordenador y me pongo a escribir para el blog sentado delante de un café. Ya veo a gente con la cara descompuesta por el movimiento del barco, aunque yo me encuentro bien por el momento, esperemos que la Guinnes no cambie esto.

Esta noche prometo unas cuantas pintas a vuestra salud y me dejaré caer por alguno de los espectáculos que hay en los salones del barco.

Aunque tengo conexión en el barco, esta no es suficiente para poder subir fotografías al blog, con lo que mañana editaré la entrada cuando tenga un buen wifi. 


Mañana cambio de país y de idioma. Ya iré contanto si la resaca me deja. 

P.E.: Querría contar más cosas, pero ya os dejo un buen ladrillo. 

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