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martes, 24 de septiembre de 2013

Crónica de una caida

Bueno, aunque no lo contamos a nadie, en Irlanda tuvimos una caída. La razón de no contarlo no fue que me diera vergüenza por caerme, la verdadera razón es que en Madrid tenía una familia preocupada a la que no quería que se le saliera el corazón por la boca.

Aquella mañana nos levantamos en Castlebar. Aquel hombre tan agradable del B&B nos preparó un desayuno continental, aunque su concepto del mismo era algo distinto al desayuno continental al que estamos acostumbrados.

Al acabar el desayuno dejé a Julia terminando de preparar el equipaje y yo bajé a pagar a Nareem, a tensar la cadena y a dejarla bien engrasada. Con el trabajo realizado cargamos la moto y comenzamos la ruta.

El camino hasta Westport se hizo corto, conducía tranquilo y además me encontraba bastante mejor que en días anteriores. Atravesamos esta bonita localidad y seguimos dirección Galway. A pocos kilómetros de abandonar Westport, el GPS me indica que tengo que entran en una carretera, más bien camino con asfalto y que casi esta oculto por la vegetación. La carretera se ve excesivamente pequeña desde fuera y cuando entramos en ella confirmamos que también está en un estado terriblemente malo. Pero bueno, la ruta va por aquí y hay que seguirla.

Nada más entrar ya veo que en las zonas de sombra hay verdín entre las rodadas de los coches, y donde no da la sombra el verdín se cambia por una grava que proviene de las piedras sueltas del asfalto que se amontonan donde no pisan los coches. Nos paramos y decido cambiar la cámara "onboard" de la parte trasera al casco, esto hay que documentarlo.

Circulo despacito, no mas de cincuenta kilómetro hora, porque además de los inconvenientes antes contados, la carretera de vez en cuando hace "eses" bastante cerradas, y un fallo en la trazada te lleva contra el muro de piedra que, aunque no eficazmente como se ve en el vídeo, mantiene al ganado fuera de la carretera.

Encaramos una larga recta que pica cuesta abajo y dejo la moto caer en tercera velocidad y sin apenar acelerar, circulamos a unos 60 km/h y cuando acaba la recta meto segunda y suelto el gas, conduzco instintivamente y poco a poco abro gas. Entro en una curva a izquierdas. Cuando voy a unos cincuenta por hora la moto pierde adherencia en la rueda de atrás y esta derrapa hacia la derecha. Con un contramanillar me hago con la moto, pero acto seguido la rueda vuelve a patinar a la izquierda y vuelvo a hacerme con la moto. Al parecer estamos destinados a caernos, y cuando recupero la moto del segundo derrape esta empieza a vibrar dándome unas sacudidas terribles, nunca me ha pasado y las sacudidas me descentran. Veo que me voy contra uno de los muros que limitan la carretera y decido frenar y llevarme la moto a la izquierda como sea. Estrujo ambos frenos sin miedo alguno, la moto está dotada de ABS y evita que patine. Según freno la moto deja de vibrar, pero como estoy girando a la izquierda para evitar el muro, al pisar la grava la moto derrapa nuevamente de forma más violenta y aquí ya no me hago con ella. Nos ponemos casi a noventa grados con respecto al sentido de la marcha, la moto da un vuelco y nos descabalga por el lado derecho cayendo detrás nuestra.

Recuerdo el momento del impacto a la perfección, como si lo viera por una televisión, el casco me ofrece un marco donde veo saltar la cámara "onboard" y el intercomunicador. Tras medio segundo de aturdimiento busco a Julia, abro la visera y la pregunto que como se encuentra me dice que bien, que cree que no se ha hecho nada. La encuentro medio sentada. Mi mayor angustia era que ella se hubiera hecho algo. Pero por el momento parece que estamos bien. Estamos junto a una casita en medio de ninguna parte, pero parece que la casa está vacía, porque de no ser así alguien se habría asomado.

Después de unos segundos nos ponemos en pie y es hora de revisarse. Julia dice que se ha golpeado una mano y parece que un dedo del pie, pero no reviste importancia. Yo me he golpeado en el hombro derecho y en la cadera bastante fuerte, además tengo un rozón en el casco, pero no he llegado a golpear con el mismo durante la caída, lo recuerdo perfectamente. No se si es por la adrenalina del momento, pero no me duele nada.

Comenzamos a mirar los daños de la moto, de momento sólo veo que se ha roto el paramanos derecho y decido que hay que levantarla. Cuanto más tiempo tumbada más cuesta arrancarla. La levanto como he visto en tanto vídeos por internet, aunque está bastante gorda y agradezco la mano que me echa Julia. Una vez de pie reviso que no se hayan vertido líquidos. Ha salido un poco de líquido anticongelante, pero sólo unas gotas. Decido arrancarla. Doy el contacto e intento arrancarlar, nada. Me acuerdo que accioné el cortacorriente nada más caerme, lo desconecto. Intento arrancar y nada. La moto ni siquiera amaga. Nuevamente recuerdo que si hay alguna marcha engranada y está la pata de cabra puesta la moto no arranca, y nos hemos caído en segunda. Con bastante torpeza consigo sacar segunda y poner punto muerto, doy al botón de arranque y la moto arranca como si no hubiese pasado nada. Sin montarme, engrano primera y la muevo hasta unos metros mas adelante para situarla en plano con el fin de evaluar bien todo. El diagnóstico final del golpe es: Cúpula arañada, espejo derecho roto, paramanos derecho roto, intermitente derecho roto, depósito arañado, tapa de depósito derecha arañada, pedal del freno doblado, horquilla de suspensión arañada y la maleta derecha deformada. Mi casco arañado, mi pantalón con un siete, la cámara "onboard" con algún raspón (en el cuerpo, la óptica intacta) y el soporte de la cámara en mi casco hecho trizas. Julia parece no haber tocado el suelo nada más que por un poco de renegrido en una bota.




Decidimos reemprender la marcha para llegar a Galway. A los pocos kilómetros los dolores hacen aparición justo cuando la adrenalina desaparece. Lo que más me molesta es la cadera, porque además es donde cierra el pantalón, la chaqueta y donde se abrocha la bolsa que siempre llevo colgada a la cintura, pero no me impide conducir. Presto una atención excepcional el resto del día.

Llegamos a Galway, aparco en una plaza que parece muy concurrida y lo primero que hago es enderezar el pedal del freno. Lo devuelvo a su posición casi original hasta que se aprecian las primeras grietas, entonces paro, no quiero quedarme sin freno trasero. Aprieto bien los espejos que desde el golpe se mueven algo exagerado y nos vamos a visitar Galway. Lo cierto es que no disfruto mucho, soy de darle muchas vueltas a la cabeza y ya estoy pensando en la reparación cuando vuelva a Madrid.

Con las horas los dolores van en aumento y cuando visitamos los Cliff de Moher me cuesta subir escaleras aunque ya tengo la mente más despejada.

Ya por la tarde en el B&B de Doolin decido que hay que bajar la inflamación del golpe de la cadera y bajo a pedir hielo a la recepción. Me recibe una mujer muy entrañable, que cuando la digo que nos caímos se alarma un poco y se pone a la búsqueda del hielo. En la cocina no, en la primera casa no y finalmente encuentra una bolsa casi completa en la segunda casa, me la da y me recomienda que esta noche repose. Así lo hice, apuré el hielo mientras escribía en el blog y leía el libro de Gustavo Cuervo, "Sin Fronteras". Necesitaba ese subidón de ilusión que me produce leer libros de viajes, había que compensar el bajón de la caída. Julia parece estar animada, dice que la duele pero no demasiado y me insiste que hay que seguir con el viaje y olvidar. No se si la duele algo y no me lo quiere decir. Que haría yo sin el ánimo de ese momento.

Me acuesto cuando agoto el hielo, me duermo rápido y sin problemas. Algo tiene que ve que me tomara un ibuprofeno, porque aunque no duele demasiado, siempre es mejor prevenir. Se que aunque ahora no me duela, mañana por la mañana me va a costar arrancar y es que mi experiencia en el mundo de las caídas de bicicleta es amplia.

A la mañana siguiente me levanto, la inflamación de la cadera ha bajado, el hielo funcionó. Además, aunque cuesta arrancar, es menos de lo que esperaba.

Cuando bajamos a desayunar la mujer que me dio el hielo el día anterior se acerca y con una voz increíblemente tierna nos pregunta que qué tal estamos. Le decimos que bien, con los dolores normales de una caída. Nos pide por favor que tengamos mucho cuidado de aquí en adelante, se la ve preocupada. La decimos que no se preocupe, que ya hemos aprendido de Irlanda y de sus carreteras, lo que nos hará ser muy cautos.

Para esa mañana Julia sólo tiene dolor del meñique de la mano derecha, un poco en un costado y del pulgar del pie también derecho. No parece nada importante. Yo tengo un moratón más que visible en la cadera y otro en el hombre aunque bastante más liviano. El moratón de la cadera irá creciendo en días sucesivos, hasta llegar a su punto más alto el tercer día después de la caída ya en Dublín. Hace mucho que todo aprieta ahí, el pantalón, la chaqueta y la bolsa donde llevo los documentos. Ya los dolores están controlados y no son notables. Hasta este domingo el moratón de la cadera seguía conmigo y Julia todavía conserva en dolor en el meñique de la mano derecha cuando lo apoya.

Al regreso a Madrid me acerco a solicitar las piezas. Hago el cambio de aceite y me instalan el intermitente derecho. El resto de piezas tienen que venir desde Yamaha. Al final en el concesionario la broma saldrá por cerca de 400 € y la maleta aun estoy viendo la mejor opción, aunque se que hay que cambiarla. Hoy mismo contacte con la gente de heavyduties.ro (gente eficaz y buenos materiales) que me propone que le mande las fotos de la maleta para que me mande sólo las partes dañadas y yo las sustituyo, aunque creo que voy a comprar una maleta nueva y las piezas que no estén rotas me las quedo de recambio. Las piezas de Yamaha llegarán esta semana y, como son todo tema estético y de fácil sustitución, me las voy a arreglar para cambiarlas yo.




La experiencia dicen que es un grado y además siempre se habla de los moteros que se han caído y los que están por caerse, pues yo creo que he sacado algo bueno de todo esto, he ganado experiencia y además he cambiado de bando sin apenas consecuencias. Soy afortunado.








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