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sábado, 7 de septiembre de 2013

La noche en el ferry.

El ferry es como una pequeña ciudad. Según termino de acomodarme en la habitación, decido inspeccionar todo el ferry. Realmente no hago nada raro, lo hace todo el mundo. Mi habitación se encuentra en la cubierta 6ª, de un total de 10 (para que os podáis hacer una idea de las dimensiones del barco). Subo a la 7ª, que es donde parece que hay más marcha y descubro un total de 3 restaurantes, 1 cafetería, un salón de espectáculos, un piano bar, una sala de máquinas recreativas, una sala de juegos acolchados para niños y un bar de cócteles con pantalla gigante donde echan el Irlanda-Suecia. Además se puede salir al exterior, que está encharcado por la tromba de agua que ha caído cuando embarcábamos. Lo exploro y descubro que tiene un total de 3 cubiertas y la más alta es un solárium con bar para el verano, pero a estas alturas, ya es inútil y está cerrada.

Decido tomarme un café y escribir la crónica del día en la cafetería. Hay mil niños correteando descalzos que se escapan de la sala de juegos, muchos pierden sus zapatillas y recurren a sus padres para localizarlas. La conexión a internet no es muy buena, pero no esperaba mucho más de un barco, con lo que no puedo subir fotografías al blog, sólo texto.

Apuro el café y las letras y decido seguir explorando, bajo a la 5ª que tienen un supermercado. Hay productos de todo tipo, perfumes, recuerdos de Irlanda, de Guinnes, bebidas, dulces, productos de higiene, revistas, libros, etc.

Compro una botella de agua para pasar la noche y como todo el mundo ha empezado a cenar a las 19,30, yo hago lo propio pero a las 20,30. Decido darme un homenaje y pido costillas y alitas en un bar tipo al Tony Romans español. A mi lado se sientan un tio y un sobrino españoles que continuamente discuten porque el chaval ha comido poco. Termino, pago y me levanto. Durante un rato ojeo internet en el móvil.
A eso de las 21,30 me voy al salón de espectáculos y por fin pido una pinta de Guinnes, la primera del viaje. Después de esperar dos minutos con el grifo abierto, me ponen la pinta de Guinnes peor tirada del mundo, pero ya es mía y pienso acabarla. Me siento en un sofá y escucho a un hombre con una guitarra que canta canciones bastante oídas, además entre canción y canción hace gracias que todo el mundo entiende menos yo. En mi perfecto inglés no hay lugar para chascarrillos. Después del hombre de la guitarra vienen un grupo que hace un espectáculo de baile y música, bailan desde el estilo rocabilly hasta un tímido pase de baile típico irlandés. Yo esperaba algo más vistoso de esto último, pero al final no fue.

Parece que han decidido que manteniéndonos frescos no vomitaremos ni nos marearemos, con lo que para cuando decido bajarme a la habitación, estoy tieso. Entro en la habitación esperando calor, e igualmente está helada. Bajo la temperatura del aire, pero no surte efecto. Creo que una ducha arreglará el problema. 
Cuando enciendo la ducha, HORROR, el agua sólo sale ligeramente templada. Como puedo me ducho y cuando me estoy enjabonando, sorpresa, comienza a salir agua tímidamente calentada. Algo es algo.

Con más calor en el cuerpo robo una manta de la cama de arriba y arropado con dos mantas me meto a la cama. Ya en la cama descubro que estoy temblando, pero no es de frío, parece como cuando te tiemblan los músculos por un esfuerzo excesivo. Me reviso, los brazos, cuello, torso, piernas. No soy yo. Para entonces, descubro que el barco se balancea, y cuando llega a cierta posición, tiembla. Finalmente no resulta un problema porque caigo rendido.

A las 8 me pongo el despertador, aunque desde las 7 aproximadamente estoy dando vueltas en la cama. Me levanto a eso de las 7,45 y recojo un poco, me visto y salgo a buscar el desayuno. Croisant y café. La gente vagabundea por el barco, ya no sabe qué hacer. Yo estoy igual y decido bajar a mi habitación a escribir la crónica que leéis.

Parece que no llueve y hace buen tiempo, a ver que me espera. 


Ahora sólo queda esperar y desembarcar en Irlanda. Que ganas. 

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