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martes, 10 de septiembre de 2013

De Derry a la ruta que no acaba.

Me levanté esta mañana igual que ayer, destrozado parecía que no había dormido, otra hora perdida en arrancar.

Por fin cuando lo hacemos comienza a llover con lo que nos toca esperar unos minutos en el hall del hotel hasta que decide parar. Menos mal que aquí nunca llueve mucho tiempo seguido.

Finalmente escampa, en cinco minutos reviso el nivel del aceite y engraso la cadena. Rápido y con los chubasqueros puestos nos disponemos a salir cuando un hombre muy amable se acerca y nos comenta que es una mañana muy lluviosa para montar en moto. La gente en Irlanda es agradable, se acerca a ti para hablar en cuanto ve cualquier cosa que le llame la atención, y yo voy con un chubasquero amarillo fosforito.

Llegamos a Derry en un par de minutos y visitamos subidos en la moto parte de la ciudad. Aquí todas las son británicas. Finalmente paramos en una especie de paseo que hace las veces de mirador de la zona donde se encuentran todos los famosos murales que recuerdan los terribles sucesos que tuvieron lugar aquí. Después de echar un vistazo nos bajamos a la zona donde las banderas de las farolas son de Irlanda, vemos los murales, hacemos unas fotos a estos y al cartel que indica que estas entrando en el "Derry libre". Lo cierto es que la ciudad impresiona. Aunque sus habitantes viven con cierta normalidad visto desde fuera, es cierto que a mi me impresiona y me sobrecoge todo lo sucedido en esta zona.





Ya saliendo de Derry nos recibe un monumental pitbull que nos ha visto desde lejos. En un primer momento, yo creo que simplemente corre y no nos ha visto, yo freno, me aparto y cuando llega a nuestra altura, nos gruñe e intenta modernos. No hay viaje para mi sin perros que amenacen. Un acelerón y problema resuelto.

En poco tiempo llegamos a Donegal, un pueblo coqueto. Visitamos el puerto, un cementerio que se ubica alrededor y entre las ruinas de una iglesia, y por último comemos allí. Al final de comer compramos la cena y seguimos con nuestro camino.



Sligo era nuestra meta, pero nos vemos frescos y decidimos seguir. Como no tengo la ruta cargada en el gps tenemos que parar y cargarla sobre la marcha. Nuevamente una encantadora mujer muy mayor se para a hablar conmigo y me vuelve a recordar que en Irlanda llueve para que la hierva crezca fuerte y que a ellos no les gusta que la hierva no crezca.

Cogemos carretera y llegamos a Castlebar. Un pueblecito irlandés como tantos otros. Buscamos un B&B y en el primero que vemos que nos llama desde fuera allí nos quedamos.

Nos recibe un hombre de mediana edad, muy agradable nos enseña la habitación y nos la ofrece por 30 euros con desayuno continental. Aceptamos y nos instalamos.

En Sligo me di cuenta de que tenía que tensar la cadena, con lo que cuando llego me pongo manos a la obra. Rápido me doy cuenta de que no tengo llave de 12, pensaba que la tuerca del tensor era de 13, pero error, es de 12. Se la pido al hombre que no la tiene. Finalmente me informa que ha llamado a un amigo John, un fontanero de la zona, que la traerá en la furgoneta. Cuando llega, resulta que no tiene la llave, pero cree que en casa si que la tiene. Le digo que no hace falta, que mañana la compro y no le mareo. En eso quedamos.

Estamos en la habitación ya instalados y llaman a la puerta, es John que ha ido a buscar la llave y me la trae. Me la presta en total confianza y me dice que mañana se la devuelva al dueño del B&B sin problema. Se lo agradezco y se marcha. Grandes personas estos irlandeses.

Cenamos en la habitación y después de la crónica, yo, pienso acostarme.

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