Etiquetas

lunes, 16 de septiembre de 2013

La última locura

Después de llegar anteayer a Niort empapado y muy cansado, mi ánimo había decaído muchísimo. Ya desde por la noche rondaba la idea, pero no tenía claro que fuera posible de realizar. Volvía a Madrid del tirón.

A la mañana siguiente me levanté con ganas, dormí bien, aunque con paredes de papel, escuchaba todo lo que sucedía a mi alrededor.  Revisé que toda la ropa estuviera seca y así fue a excepción de las botas, que tenían cierta humedad. Recogí la habitación y desayuné. Aprovechando que era libre, tomé un desayuno bien copioso, había que coger fuerzas. Volvía a la habitación e hice un primer viaje para cargar la moto, el cual aproveche para tensar en engrasar la cadena. Esto último siempre me gusta hacerlo la jornada anterior, pero con la que estaba cayendo engrasar la cadena no era buena idea. Subí de nuevo a la habitación, recogí el resto de las cosas, pagué la habitación y salí del hotel como un disparo. Estaba ansioso por llegar a Madrid.

Para compensar mi ansia, entre Niort y mi gps deciden hacerme la puñeta. El segundo me manda por una calle que el primero ha decidido que sólo es para autobuses. No quiero parecer el español macarra por Francia y decido buscar una alternativa. Partiendo de este momento Niort se convierte en un auténtico laberinto. Parece que no quiere dejarme escapar. Direcciones obligatorias, placas de prohibido el paso, etc. Total media hora salir de un pueblo que será como un cuarto de mi lugar de residencia, Móstoles.

Enseguida entro en la autovía y a partir de aquí se suceden los kilómetros que se alternan con señales de ciudades. Llego a Burdeos, cruzo sus dos impresionantes puentes que salvan dos masas de agua enormes. Y nada más salir de Burdeos mi primera parada. Quince minutos después reemprendo.

En los carteles ya veo San Sebastián y más menos pilla en mis paradas programadas, con lo que seguramente mi segunda parada ya sea en territorio español.

Al salir por la mañana me propuse una programación, en la cual desecharía las paradas cada dos horas para hacerlas a cada hora y media. Estas tendrían una duración de 15 minutos a excepción de la que usara para comer que sería de media hora. Finalmente así lo hice.

Cruzo la frontera a eso de las dos de la tarde. Aunque como ya no hay fronteras, cruzo el último peaje francés. En la primera gasolinera que veo hago mi parada para comer. Un bocadillo con refresco y de postre dos chocolatinas. No hago comidas copiosas para evitar tener "morriña". Quiero hablar con Julia, pero aunque estoy en territorio español, aun tengo cobertura francesa, con lo que aprovecho el wifi de la estación de servicio y sólo le mando unos mensajes.

Reemprendo y comienzo a recorrer una autovía que parece un escalextric que un niño montó entre valles, túneles y paisajes preciosos. Llevo un buen ritmo y en una parada abandono el País Vasco y entro en Burgos. Al paso por Miranda de Ebro decido que no más autovías de peaje y me salgo por la A-1, que pronto se convierte en N-1 y atravieso el pueblo de Miranda de Ebro, el desfiladero de Pancorbo y me planto detrás de una pick-up del año "catapún" que circula a 60 km/h. A esto hay que añadirle que la carretera está en obras y hay una eterna linea continua. Además la pick-up quema aceite y yo ya huelo a "fritanga". Hago la parada que toca en Pancorbo, y pregunto a la encargada de la gasolinera que cuanto me queda hasta la A-1, me comenta que se abre a partir de Burgos, unos 65 km. Me desanimo. Cuando reemprendo vuelvo a coger a la pick-up, más linea continua y finalmente desisto y me vuelvo al peaje. Llego a Burgos en 20 minutos, pago y de aquí a Madrid coser y cantar.

Cuando atravesamos el puerto de Somosierra comienzan los atascos, es domingo y era de esperar. A veces se avanza, otras veces paramos así durante muchos kilómetros.

La cadena se está destensando bastante y empiezo a tener cuidado con los acelerones.

Todas mis preocupaciones desaparecen cuando después de una curva en El Molar aparecen imponentes las cuatro torres de Plaza de Castilla junto con toda la ciudad de Madrid. Me sube el ánimo, de aquí a la M-40 se me hace corto, y desde esta a casa mucho más.

Por fin entro la moto en mi garaje, estoy roto. Paro a mi montura el motor y durante dos minutos me quedo sentado con la cabeza apoyada en el manillar. A pesar de estar herida por una caída que tuvimos en Irlanda (y que no os contamos por no asustar, salimos ilesos) ha decidido ser la heroína del viaje y llegar en perfectas condiciones a Madrid.

Me quito el casco, recojo mi equipaje y cuando salgo de del garaje allí está Julia esperándome.

En todo el día sólo tomo una foto, lo hago cuando llego al garaje, pero es la foto de mi orgullo.



Llego a casa una ducha y poco más, estoy en casa de vuelta. Estoy feliz.

P.E.: No escribí anoche porque después de 897 Km de ruta, preferí dejarlo para el día siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario