Etiquetas

martes, 24 de septiembre de 2013

Crónica de una caida

Bueno, aunque no lo contamos a nadie, en Irlanda tuvimos una caída. La razón de no contarlo no fue que me diera vergüenza por caerme, la verdadera razón es que en Madrid tenía una familia preocupada a la que no quería que se le saliera el corazón por la boca.

Aquella mañana nos levantamos en Castlebar. Aquel hombre tan agradable del B&B nos preparó un desayuno continental, aunque su concepto del mismo era algo distinto al desayuno continental al que estamos acostumbrados.

Al acabar el desayuno dejé a Julia terminando de preparar el equipaje y yo bajé a pagar a Nareem, a tensar la cadena y a dejarla bien engrasada. Con el trabajo realizado cargamos la moto y comenzamos la ruta.

El camino hasta Westport se hizo corto, conducía tranquilo y además me encontraba bastante mejor que en días anteriores. Atravesamos esta bonita localidad y seguimos dirección Galway. A pocos kilómetros de abandonar Westport, el GPS me indica que tengo que entran en una carretera, más bien camino con asfalto y que casi esta oculto por la vegetación. La carretera se ve excesivamente pequeña desde fuera y cuando entramos en ella confirmamos que también está en un estado terriblemente malo. Pero bueno, la ruta va por aquí y hay que seguirla.

Nada más entrar ya veo que en las zonas de sombra hay verdín entre las rodadas de los coches, y donde no da la sombra el verdín se cambia por una grava que proviene de las piedras sueltas del asfalto que se amontonan donde no pisan los coches. Nos paramos y decido cambiar la cámara "onboard" de la parte trasera al casco, esto hay que documentarlo.

Circulo despacito, no mas de cincuenta kilómetro hora, porque además de los inconvenientes antes contados, la carretera de vez en cuando hace "eses" bastante cerradas, y un fallo en la trazada te lleva contra el muro de piedra que, aunque no eficazmente como se ve en el vídeo, mantiene al ganado fuera de la carretera.

Encaramos una larga recta que pica cuesta abajo y dejo la moto caer en tercera velocidad y sin apenar acelerar, circulamos a unos 60 km/h y cuando acaba la recta meto segunda y suelto el gas, conduzco instintivamente y poco a poco abro gas. Entro en una curva a izquierdas. Cuando voy a unos cincuenta por hora la moto pierde adherencia en la rueda de atrás y esta derrapa hacia la derecha. Con un contramanillar me hago con la moto, pero acto seguido la rueda vuelve a patinar a la izquierda y vuelvo a hacerme con la moto. Al parecer estamos destinados a caernos, y cuando recupero la moto del segundo derrape esta empieza a vibrar dándome unas sacudidas terribles, nunca me ha pasado y las sacudidas me descentran. Veo que me voy contra uno de los muros que limitan la carretera y decido frenar y llevarme la moto a la izquierda como sea. Estrujo ambos frenos sin miedo alguno, la moto está dotada de ABS y evita que patine. Según freno la moto deja de vibrar, pero como estoy girando a la izquierda para evitar el muro, al pisar la grava la moto derrapa nuevamente de forma más violenta y aquí ya no me hago con ella. Nos ponemos casi a noventa grados con respecto al sentido de la marcha, la moto da un vuelco y nos descabalga por el lado derecho cayendo detrás nuestra.

Recuerdo el momento del impacto a la perfección, como si lo viera por una televisión, el casco me ofrece un marco donde veo saltar la cámara "onboard" y el intercomunicador. Tras medio segundo de aturdimiento busco a Julia, abro la visera y la pregunto que como se encuentra me dice que bien, que cree que no se ha hecho nada. La encuentro medio sentada. Mi mayor angustia era que ella se hubiera hecho algo. Pero por el momento parece que estamos bien. Estamos junto a una casita en medio de ninguna parte, pero parece que la casa está vacía, porque de no ser así alguien se habría asomado.

Después de unos segundos nos ponemos en pie y es hora de revisarse. Julia dice que se ha golpeado una mano y parece que un dedo del pie, pero no reviste importancia. Yo me he golpeado en el hombro derecho y en la cadera bastante fuerte, además tengo un rozón en el casco, pero no he llegado a golpear con el mismo durante la caída, lo recuerdo perfectamente. No se si es por la adrenalina del momento, pero no me duele nada.

Comenzamos a mirar los daños de la moto, de momento sólo veo que se ha roto el paramanos derecho y decido que hay que levantarla. Cuanto más tiempo tumbada más cuesta arrancarla. La levanto como he visto en tanto vídeos por internet, aunque está bastante gorda y agradezco la mano que me echa Julia. Una vez de pie reviso que no se hayan vertido líquidos. Ha salido un poco de líquido anticongelante, pero sólo unas gotas. Decido arrancarla. Doy el contacto e intento arrancarlar, nada. Me acuerdo que accioné el cortacorriente nada más caerme, lo desconecto. Intento arrancar y nada. La moto ni siquiera amaga. Nuevamente recuerdo que si hay alguna marcha engranada y está la pata de cabra puesta la moto no arranca, y nos hemos caído en segunda. Con bastante torpeza consigo sacar segunda y poner punto muerto, doy al botón de arranque y la moto arranca como si no hubiese pasado nada. Sin montarme, engrano primera y la muevo hasta unos metros mas adelante para situarla en plano con el fin de evaluar bien todo. El diagnóstico final del golpe es: Cúpula arañada, espejo derecho roto, paramanos derecho roto, intermitente derecho roto, depósito arañado, tapa de depósito derecha arañada, pedal del freno doblado, horquilla de suspensión arañada y la maleta derecha deformada. Mi casco arañado, mi pantalón con un siete, la cámara "onboard" con algún raspón (en el cuerpo, la óptica intacta) y el soporte de la cámara en mi casco hecho trizas. Julia parece no haber tocado el suelo nada más que por un poco de renegrido en una bota.




Decidimos reemprender la marcha para llegar a Galway. A los pocos kilómetros los dolores hacen aparición justo cuando la adrenalina desaparece. Lo que más me molesta es la cadera, porque además es donde cierra el pantalón, la chaqueta y donde se abrocha la bolsa que siempre llevo colgada a la cintura, pero no me impide conducir. Presto una atención excepcional el resto del día.

Llegamos a Galway, aparco en una plaza que parece muy concurrida y lo primero que hago es enderezar el pedal del freno. Lo devuelvo a su posición casi original hasta que se aprecian las primeras grietas, entonces paro, no quiero quedarme sin freno trasero. Aprieto bien los espejos que desde el golpe se mueven algo exagerado y nos vamos a visitar Galway. Lo cierto es que no disfruto mucho, soy de darle muchas vueltas a la cabeza y ya estoy pensando en la reparación cuando vuelva a Madrid.

Con las horas los dolores van en aumento y cuando visitamos los Cliff de Moher me cuesta subir escaleras aunque ya tengo la mente más despejada.

Ya por la tarde en el B&B de Doolin decido que hay que bajar la inflamación del golpe de la cadera y bajo a pedir hielo a la recepción. Me recibe una mujer muy entrañable, que cuando la digo que nos caímos se alarma un poco y se pone a la búsqueda del hielo. En la cocina no, en la primera casa no y finalmente encuentra una bolsa casi completa en la segunda casa, me la da y me recomienda que esta noche repose. Así lo hice, apuré el hielo mientras escribía en el blog y leía el libro de Gustavo Cuervo, "Sin Fronteras". Necesitaba ese subidón de ilusión que me produce leer libros de viajes, había que compensar el bajón de la caída. Julia parece estar animada, dice que la duele pero no demasiado y me insiste que hay que seguir con el viaje y olvidar. No se si la duele algo y no me lo quiere decir. Que haría yo sin el ánimo de ese momento.

Me acuesto cuando agoto el hielo, me duermo rápido y sin problemas. Algo tiene que ve que me tomara un ibuprofeno, porque aunque no duele demasiado, siempre es mejor prevenir. Se que aunque ahora no me duela, mañana por la mañana me va a costar arrancar y es que mi experiencia en el mundo de las caídas de bicicleta es amplia.

A la mañana siguiente me levanto, la inflamación de la cadera ha bajado, el hielo funcionó. Además, aunque cuesta arrancar, es menos de lo que esperaba.

Cuando bajamos a desayunar la mujer que me dio el hielo el día anterior se acerca y con una voz increíblemente tierna nos pregunta que qué tal estamos. Le decimos que bien, con los dolores normales de una caída. Nos pide por favor que tengamos mucho cuidado de aquí en adelante, se la ve preocupada. La decimos que no se preocupe, que ya hemos aprendido de Irlanda y de sus carreteras, lo que nos hará ser muy cautos.

Para esa mañana Julia sólo tiene dolor del meñique de la mano derecha, un poco en un costado y del pulgar del pie también derecho. No parece nada importante. Yo tengo un moratón más que visible en la cadera y otro en el hombre aunque bastante más liviano. El moratón de la cadera irá creciendo en días sucesivos, hasta llegar a su punto más alto el tercer día después de la caída ya en Dublín. Hace mucho que todo aprieta ahí, el pantalón, la chaqueta y la bolsa donde llevo los documentos. Ya los dolores están controlados y no son notables. Hasta este domingo el moratón de la cadera seguía conmigo y Julia todavía conserva en dolor en el meñique de la mano derecha cuando lo apoya.

Al regreso a Madrid me acerco a solicitar las piezas. Hago el cambio de aceite y me instalan el intermitente derecho. El resto de piezas tienen que venir desde Yamaha. Al final en el concesionario la broma saldrá por cerca de 400 € y la maleta aun estoy viendo la mejor opción, aunque se que hay que cambiarla. Hoy mismo contacte con la gente de heavyduties.ro (gente eficaz y buenos materiales) que me propone que le mande las fotos de la maleta para que me mande sólo las partes dañadas y yo las sustituyo, aunque creo que voy a comprar una maleta nueva y las piezas que no estén rotas me las quedo de recambio. Las piezas de Yamaha llegarán esta semana y, como son todo tema estético y de fácil sustitución, me las voy a arreglar para cambiarlas yo.




La experiencia dicen que es un grado y además siempre se habla de los moteros que se han caído y los que están por caerse, pues yo creo que he sacado algo bueno de todo esto, he ganado experiencia y además he cambiado de bando sin apenas consecuencias. Soy afortunado.








martes, 17 de septiembre de 2013

El seguimiento completo de la ruta.

Como bien comenté al principio de esta aventura, iba a navegar completamente con gps, sin utilizar mapa en papel en ningún momento, y así fue.

La ventaja de navegar con gps es que algunos modelos te permiten grabar el camino, y el mío dispone de esa opción.

Durante todo el recorrido fui grabando el camino concreto que he recorrido. Con el fin de que todo el mundo pueda verlo, lo he traspasado a un archivo que se puede visionar en Google Earth, que es un programa gratuito que os podéis bajar desde el mismo famoso buscador.

Una vez dentro podréis incluso poner la vista a nivel del suelo (Street Wiev) y podréis admirar algunos de los paisajes más increíbles de los que yo he disfrutado. Viajemos todos con mi viaje.

Enlace del archivo de los tracks -->
https://www.dropbox.com/s/ecmwovpsfbm4lq9/Tracks.kml

Enlace para descargar Google Earth -->
 http://www.google.es/intl/es/earth/

Si alguno se lía y no puede que me lo diga y le echo una manilla. Creo que es superinteresante la opción que os doy.

lunes, 16 de septiembre de 2013

La última locura

Después de llegar anteayer a Niort empapado y muy cansado, mi ánimo había decaído muchísimo. Ya desde por la noche rondaba la idea, pero no tenía claro que fuera posible de realizar. Volvía a Madrid del tirón.

A la mañana siguiente me levanté con ganas, dormí bien, aunque con paredes de papel, escuchaba todo lo que sucedía a mi alrededor.  Revisé que toda la ropa estuviera seca y así fue a excepción de las botas, que tenían cierta humedad. Recogí la habitación y desayuné. Aprovechando que era libre, tomé un desayuno bien copioso, había que coger fuerzas. Volvía a la habitación e hice un primer viaje para cargar la moto, el cual aproveche para tensar en engrasar la cadena. Esto último siempre me gusta hacerlo la jornada anterior, pero con la que estaba cayendo engrasar la cadena no era buena idea. Subí de nuevo a la habitación, recogí el resto de las cosas, pagué la habitación y salí del hotel como un disparo. Estaba ansioso por llegar a Madrid.

Para compensar mi ansia, entre Niort y mi gps deciden hacerme la puñeta. El segundo me manda por una calle que el primero ha decidido que sólo es para autobuses. No quiero parecer el español macarra por Francia y decido buscar una alternativa. Partiendo de este momento Niort se convierte en un auténtico laberinto. Parece que no quiere dejarme escapar. Direcciones obligatorias, placas de prohibido el paso, etc. Total media hora salir de un pueblo que será como un cuarto de mi lugar de residencia, Móstoles.

Enseguida entro en la autovía y a partir de aquí se suceden los kilómetros que se alternan con señales de ciudades. Llego a Burdeos, cruzo sus dos impresionantes puentes que salvan dos masas de agua enormes. Y nada más salir de Burdeos mi primera parada. Quince minutos después reemprendo.

En los carteles ya veo San Sebastián y más menos pilla en mis paradas programadas, con lo que seguramente mi segunda parada ya sea en territorio español.

Al salir por la mañana me propuse una programación, en la cual desecharía las paradas cada dos horas para hacerlas a cada hora y media. Estas tendrían una duración de 15 minutos a excepción de la que usara para comer que sería de media hora. Finalmente así lo hice.

Cruzo la frontera a eso de las dos de la tarde. Aunque como ya no hay fronteras, cruzo el último peaje francés. En la primera gasolinera que veo hago mi parada para comer. Un bocadillo con refresco y de postre dos chocolatinas. No hago comidas copiosas para evitar tener "morriña". Quiero hablar con Julia, pero aunque estoy en territorio español, aun tengo cobertura francesa, con lo que aprovecho el wifi de la estación de servicio y sólo le mando unos mensajes.

Reemprendo y comienzo a recorrer una autovía que parece un escalextric que un niño montó entre valles, túneles y paisajes preciosos. Llevo un buen ritmo y en una parada abandono el País Vasco y entro en Burgos. Al paso por Miranda de Ebro decido que no más autovías de peaje y me salgo por la A-1, que pronto se convierte en N-1 y atravieso el pueblo de Miranda de Ebro, el desfiladero de Pancorbo y me planto detrás de una pick-up del año "catapún" que circula a 60 km/h. A esto hay que añadirle que la carretera está en obras y hay una eterna linea continua. Además la pick-up quema aceite y yo ya huelo a "fritanga". Hago la parada que toca en Pancorbo, y pregunto a la encargada de la gasolinera que cuanto me queda hasta la A-1, me comenta que se abre a partir de Burgos, unos 65 km. Me desanimo. Cuando reemprendo vuelvo a coger a la pick-up, más linea continua y finalmente desisto y me vuelvo al peaje. Llego a Burgos en 20 minutos, pago y de aquí a Madrid coser y cantar.

Cuando atravesamos el puerto de Somosierra comienzan los atascos, es domingo y era de esperar. A veces se avanza, otras veces paramos así durante muchos kilómetros.

La cadena se está destensando bastante y empiezo a tener cuidado con los acelerones.

Todas mis preocupaciones desaparecen cuando después de una curva en El Molar aparecen imponentes las cuatro torres de Plaza de Castilla junto con toda la ciudad de Madrid. Me sube el ánimo, de aquí a la M-40 se me hace corto, y desde esta a casa mucho más.

Por fin entro la moto en mi garaje, estoy roto. Paro a mi montura el motor y durante dos minutos me quedo sentado con la cabeza apoyada en el manillar. A pesar de estar herida por una caída que tuvimos en Irlanda (y que no os contamos por no asustar, salimos ilesos) ha decidido ser la heroína del viaje y llegar en perfectas condiciones a Madrid.

Me quito el casco, recojo mi equipaje y cuando salgo de del garaje allí está Julia esperándome.

En todo el día sólo tomo una foto, lo hago cuando llego al garaje, pero es la foto de mi orgullo.



Llego a casa una ducha y poco más, estoy en casa de vuelta. Estoy feliz.

P.E.: No escribí anoche porque después de 897 Km de ruta, preferí dejarlo para el día siguiente.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Desembarco y primera etapa de la vuelta.

Cuanto nos lo han permitido, hemos bajado a las motos y nos hemos puesto a cargarlas mientras charlábamos. Ervi me ha contado que es mejor dejarla sobre la pata que sobre el caballete, así tiene más puntos de apoyo.

Nos despedimos antes de salir por si fuera no podemos hacerlo. Buen viaje a todos.

Finalmente nos dejan salir esperando siempre a bajar las rampas de uno en uno. Ya en la calle pasamos el control de DNI y salimos. Preparo el gps y ellos salen. Ya no les volveré a ver.

Durante un rato llevo una carretera de doble sentido. Todo el tiempo amenaza lluvia, pero no termina de caer. Finalmente entro en una autovía que me llevará hasta Rennes. No me llueve, pero el suelo está mojado, ha debido de llover.

Pasado Rennes, para a comer y a repostar. Cuando estoy repostando me doy cuenta de que la cadena vuelve a estar floja, con lo que me paro un poco más adelante, en un área de descanso y la tenso. Rápido me acerco a Nantes y entro en mi primer peaje que no abandono hasta el pueblo donde estoy Niort.

Antes de llegar a Nantes tengo que pararme en un arcén para ponerme el chubasquero, ya la amenaza de lluvia comienza a cumplirse y no quiero mojarme. Aprovecho a parar cuando se forma un pequeño atasco y todo el mundo me mira como me pongo mi chubasquero.

A los pocos kilómetros de entrar en el peaje comienza a diluviar y sigo así durante unos 200 kilómetros. Llevo los guantes encharcados, las botas mojadas, el chubasquero ha traspirado y estoy mojándome la chaqueta y el pantalon. Hay que parar.

Con cerca de 600 kilómetros hago la parada, busco un hotel y entro en uno de una cadena que me recomendó una amiga por baratos. Habitaciones a 115 me hacen seguir buscando. Nuria, tendremos que hablar largo y tendido del concepto barato.

Finalmente me alojo en el segundo que paro. Me ducho y cuando para de llover salgo a buscar cena. Mientras veo los Simpsons en francé y espero a que la ropa se seque en el radiador voy escribiendo crónicas. Creo que en un rato ya no podré hacerlo, estaré completamente dormido. La autovía me puede.

Mañana espero llegar a Burgos, pero ya os iré contando.

P.E.: No hay fotos hoy no, no porque no funcione internet, es que tanta autovía y tanta lluvia no me permitieron sacar la cámara.

La noche en el ferry

La noche en el barco no fue muy larga, pero dio para muchas historias.

Después de terminar de escribir la entrada de ayer decidí leer un rato si el mareo me lo permitia. Me bajé al camarote, cogí mi libro de Gustavo Cuervo y me subí nuevamente a la planta de los restaurantes con un refresco a disfrutar de mi libro. 

Llevaba media hora leyendo cuando apareció Fernando (Toa como le conocen sus amigos) y se sentó a mi lado a leer unos mail. Yo seguí leyendo, y es que me encontraba en un capítulo que versaba sobre Marruecos y estaba superenganchado. Finalmente Fernando se levantó y se fue después de leer sus mail. 

Mientras seguía leyendo apareció todo el grupo que asistía a una cata de vino, me picó el gusanillo, me levanté y me fuí con ellos. Pero cuando llegamos a la puerta el sarao había acabado y ya estaban recogiendo. Se me pasó una oportunidad de cambiar la cerveza por el vino, que le vamos a hacer. 

Dijeron de salir a la terraza y allá que nos fuimos. Se estaba bien, fresco pero con la temperatura justa. Hablamos un rato del mundial de moto GP, de Márquez, Lorenzo, Pedrosa sobre todo; de cámaras de fotos, de viajes y decidimos ir a cenar. Ellos tenía comida con lo que se fueron a por ella. Yo decidí ducharme, después subí me compré un bocadillo, un refresco y cené. Cuando acabé los encontré bebiendo vino en el bar, yo directamente entré a la barra pedí una pinta de Murphis y me senté con ellos. 

La noche siguió entre batallitas del día a día, de los viajes y en concreto del viaje a Irlanda. Finalmente Fernando fue el primero en abandonar la charla. Nosotros apuramos nuestras pintas, vinos y wishky para después de una media hora seguir a Fernando. 

Dormí bastante bien, a pesar de un extractor de mi baño que se empeño en funcionar a todo trapo durante toda la noche. Suerte que llevaba un juego de tapones. A molestar a otro con ese ventilador. 

La mañana fue más rápida que en el viaje anterior, ya que desembarcábamos dos horas antes. Me hago con un buen desayuno, y me lo tomo junto a Ervi y su mujer (no se si se escribe así y lo siento, pero no recuerdo el nombre de ella). 

Cuando nos acercamos al puerto me bajo al camarote, preparo el equipaje y espero para salir en unos minutos. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Toca retirada

Todo lo bueno se acaba y es el día de la vuelta.

Nos hemos levantado bien temprano, tenía que dejar a Julia en el aeropuerto y llegar a Rosslare antes de las 14,30.

Desayunamos en el hotel y con el fin de coger buenas energías, nuevamente me tomo un Irish breakfast. En 15 minutos lo tenemos apañado y comienza el ritual de recoger todo el material y equipaje. Parece mentira lo rápido que nos acostumbramos a lo bueno y es que esta mañana recoger se me hizo superduro, aunque sólo estuvimos un día sin hacerlo. Sería porque sabía que era el principio del fin.

Comenzamos a bajar todo el equipaje y en el primer viaje yo me quedo y aprovecho para echar un vistazo al nivel de aciete. Todo correcto, mi pequeña no ha consumido ni una gota en todo el camino y ya van 4000 Km.

Ya con todo cargado, caja incluido dejamos la llave del hotel y salimos por el mismo callejón que entramos. Hay un poco de atasco y tardamos una media hora en llegar al aeropuerto. Una vez allí, desplegamos la caja y la llenamos con las cosas de Julia, casco, chaqueta y pantalones de la moto. A la vuelta iré más ligero.

Subimos a la terminar y, como Julia no puede facturar aún, esperamos sentados tomándonos un refresco. Se acerca la despedida y finalmente se hace la hora, besos y abrazos para aguantar hasta mi vuelta. Finalmente acabo saliendo a eso de las 10,40.

Me monto en la moto y el gps decide sacarme del aeropuerto por un camino que no conocía, de ahí a la ya nombrada M-50 que la recorro por completo hasta que desemboca en la N-11que es la carretera que guía a los viajeros hasta el sur-este de la isla. Esta carretera es una autovía, que a ratos decide convertirse en carretera convencional y viceversa.

El depósito decide que es hora de llenar y me salgo en la primera gasolinera que veo, aunque realmente no está tan cerca de la carretera como parece y recorro una pequeña carretera que circula paralela a la N-11 hasta entrar en un pueblo, donde finalmente si está la gasolinera. Reposto y a la hora de pagar bromeo con la muchacha que me cobra, le digo que me parece muy caro, a lo que me contesta que le gustaría dármelo gratis, pero perdería el trabajo. Comparamos los precios de la gasolina en Irlanda, Francia y España y finalmente reinicio el camino.

Sigo alternando autovía y carretera convencional hasta que a 70 Km de Rosslare, comienza a llover suavemente, pero como ya se lo que significa esto, en un área de descanso para a enfundarme en el chubasquero. Pocos kilómetros después, la llovizna se convierte en lluvia, pero yo ya voy protegido. Los kilómetros pasan y finalmente entro en el puerto de Rosslare.

Voy directo a la terminal y busco donde comer. Es una terminal más pobre que la de Roscoff y el bar hace tiempo que cerró, con lo que tengo que comer un sandwich, una bolsa de patatas y un refresco. Antes, cuando intento quitarme el chubasquero, me es imposible y tengo que acercarme a una pareja y pedirle al hombre que me ayude a quitármelo. Entre risas bromeo con que es muy buen chubasquero, pero que es difícil de poner y quitar.

Cuando comienzo a comer aparecen unos moteros, que me miran y me saludan en español. Son españoles, dos hombres y una mujer de Albacete, y un hombre, que después me sorprenderá, de Zaragoza.

Mientras como charlamos de que tal fue el viaje y lo que más nos ha gustado y a eso de las dos de la tarde salimos todos a embarcar. Pasamos los trámites y como les veo con más tablas en esto de los ferrys que yo, les sigo hasta que embarcamos casi los primeros. Fijamos las motos, descargamos y cada uno a su lado.

Yo estoy cansado y decido echarme una siesta, aunque las advertencias de seguridad pronto la cortan. Finalmente me levanto de la cama y me subo a la cubierta donde están los bares.

Me cojo un café y mientras escribo en el móvil a Julia, a Fran y a más gente aparece el hombre de Zaragoza. Comenzamos a charlar y me pregunta como viajo. Me comenta que planteé el viaje en pocos días, ellos han pasado en Irlanda un total de doce días, casi el total de mi viaje. Nuestras matrículas son parecidas en las letras, lo cual indica que son de fechas próximas. Me pregunta por los kilómetros y le cuento que llevo 16500 con esta moto, el me responde con unos sorprendentes 75000 kilómetros en el mismo tiempo. Seguimos charlando y me cuenta que lleva 5 viajes por Europa este año y entre ellos, salió a Cabo Norte en pleno mes de febrero, cuatro días después de la famosa expedición de Aurora Borealis y que finalmente llegó un día antes, sólo que ellos no iban publicitando a nadie y no llevaban apoyo, con lo que no se enteró nadie cuando llegaron. Me cuenta que fue duro y poco recomendable. Ahí no acaba todo, se conoce todas las concentraciones invernales de Europa. Es increible, un gran viajero al lado de cual me siento un aficcionadillo.

Acabo mi café y se va a buscar a sus compañero de rutas. Yo bajo al camarote y me subo con le ordenador para contaros mi relato diario.

Mañana más y si la noche se alarga prometo contarlo. Saludos.

En Dublín. Día de la Guinness

Ayer no escribí, ya que se nos hizo tarde y llevábamos un día bastante duro de cervecitas por Dublín.





Nos levantamos a eso de las 8,30, lo justo para llegar al desayuno del hotel. Después de un completo y revitalizante Irish breakfast salimos dirección a la Guinness Storehouse (la fábrica de Guinness). Decidimos ir andando y disfrutar así de la ciudad. En cuanto salimos del centro, Dublín se convierte en una ciudad poco cuidada y lo cierto es que el barrio da mala espina. Cuanto vemos
el indicador que nos manda a la fábrica nos desviamos y entramos en un par de calles que mantienen su aspecto desde la revolución industrial. Nos fotografiamos en la famosa puerta de las postales y directos a la visita.

Me paso la mañana como un chiquillo, me encanta esta cerveza, no lo quiero ocultar. Subimos, bajamos y entro en todas las actividades posibles, catas, aromas, charlas, etc. En la última actividad nos enseñan a tirar de manera correcta una Guinness. Como somos unos auténticos campeones, nos dan un diploma y no dejan que apuremos la cerveza servida. Así lo hacemos.

Finalmente la visita acaba y tenemos que irnos con todo el pesar de mi corazón. Salimos de nuevo hacia el centro y comemos algo rápidamente para regresar al hotel y descansar un rato más. Hay que apurar todo lo posible para reponer fuerzas en este día y medio. A eso de las 16,30 volvemos a salir con la misión de encontrar alguna caja de cartón para enviar el casco de Julia como equipaje facturado. Después de una vuelta larga, encontramos unas cajas en la calle. Son parte de la basura de una tienda, paso, le pido una y me permiten coger tantas como quiera. Ya de vuelta, cruzamos medio Dublín con una caja de cartón debajo del brazo para llegar al hotel y comprobar que es perfecta.














Volvemos a salir, esta vez para hacer algo que nos encanta, vagabundear por una ciudad europea. Así lo hacemos y cogemos dirección hacia el puerto, parte de la ciudad que aún no descubrimos. A mitad de camino estamos muy cansados y nos retiramos al mismo bar que la noche anterior.


Cuando llegamos nos tomamos una pinta y una pizza, después repetimos de pinta pero no de pizza y finalmente cerramos el día volviendo al hotel. Ducha y a dormir, mañana iniciamos la retirada. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

En Dublín de nuevo.

Ayer ya cerrábamos la vuelta a la Isla, llegando lo más al sur que íbamos a estar los dos juntos. En los Cliff de Moher. Hoy tocaba llegar a Dublín para pasar aquí la tarde y mañana el día completo en jornada de descanso y disfrutando de la ciudad.

Nos levantamos a las 8, aunque llevábamos tiempo en la cama despiertos, ya que nos acostamos pronto la noche anterior y no teníamos más sueño. Fuera sonaba un aire muy fuerte, con lo que sin abrir las cortinas se presagiaba una jornada dura. Cuando abrimos las cortinas se confirma. El día, al contrario que ayer, se nos presenta totalmente encapotado y amenaza lluvia, aunque aun no ha llegado.

Aprovechando que vamos a desayunar cogemos el equipaje para cargarlo en la moto, aunque cuando estamos dispuestos a salir, Irlanda se muestra en todo su esplendor y comienza a llover. Finalmente decidimos que vamos a desayunar, cogemos los chubasqueros a la vuelta y con los chubasqueros puestos cargamos la moto pasando totalmente de la lluvia. Así lo hacemos.

Nos sirven un desayuno genial, para mi Irish breakfast y para Julia continental. Además nos insisten mucho en que tomemos zumo, nos ofrecen varias veces café y lo que necesitemos. Me encanta Irlanda por sus gentes amables.

Aunque lo alargamos, finalmente nos toca mojarnos cargar la moto y salir. Cogemos la misma carretera pequeña y estrecha que trajimos ayer, sólo que con la lluvia hay que extremar las precauciones y se nos hace muy larga. A la altura de Galway cogemos la autovía M-6 y directos a Dublín sin mucho más que contar. Aunque comenzó con fuerza finalmente no nos llovió mucho por el camino y eso es de agradecer viajando en moto.

Una muestra más de la espontaneidad de la gente se nos vino encima cuando paramos a tomar algo cerca de Clara, a medio camino entre Dublín y Galway. Mientras me preparan un café para Julia, a un hombre mayor le impresiona el color amarillo chillón de mi chubasquero, le comento lo importante que es ser visto cuando se circula en moto, me da totalmente la razón, me saluda amablemente y sale de la gasolinera tranquilamente. Salgo a darle a Julia su café y a tomarme mi refresco. Estando fuera le pedimos a un hombre que si nos puede hacer una foto, con mucho gusto nos hace la foto a los tres, moto incluida, no le convence, nos cambia la pose y repite la foto. Finalmente nos pregunta de donde somos, le comentamos nuestra procedencia y nos dice que tiene una casa en La Marina (Alicante). En Irlanda gusta nuestro país.

A eso de las dos hora local llegamos a Dublín directos al hotel. Reclamamos nuestra reserva y salimos para aparcar la moto en un porche privado del hotel. Volvemos a entrar y nos dan habitación.


Rápido nos cambiamos, bajamos a comer y volvemos, yo necesito una siesta. Una hora después volvemos a salir. Nos acercamos a la zona con más vida de Dublín, Temple Bar. Paseamos y llegamos hasta la catedral de St. Patrick. Según llegamos cierran, con lo que nos volvemos al centro, buscamos un bar donde ofrecían pizza más pinta por diez euros, pero antes nos cruzamos con el Trinity College, pasamos, echamos un vistazo y me enamoro. Me gustaría estudiar aquí, no como en la UNED, todo aulas nuevas y además, siendo a distancia, nunca iba más que lo mínimo necesario. También nos cruzamos con la estatua de Molly Malone, un poco escondida entre tanta obra, quien sirve de inspiración a un himno no oficial de Dublín..

Finalmente encontramos el bar, entramos y me enamoro de él. Las paredes están totalmente firmadas, las mesas, está decorado con lo primero que pillan (cubos, botellas, bidones, etc.). Además ponen música rock y cerveza. Una pinta de rubia para Julia, una de Guinness para mí y una pizza de peperoni. Agotamos las cervezas aunque no la pizza, es peperoni de pura cepa y nos abrasa la boca.

Volvemos al hotel pensando en descansar, hablamos por la webcam con Fran y Elena, y  mañana será otro día.


martes, 10 de septiembre de 2013

Lugares increibles y final en los Cliff de Moher.

Salimos esta mañana temprano después de tensar la cadena. El hombre que regenta el B&B, Nareem, es increíblemente agradable y nos despedimos de el para salir rumbo a Westport.

Nada más salir de la población nos metemos en algo que es de todo menos carretera, la línea que separa ambos carriles es de hierva, cuando no de grava. Vamos entre granjas, vacas y ovejas a las que espantamos con el ronroneo de la moto. Cuando desaparecen las granjas, el paisaje se vuelve igual que el del día que llegué desde Rosslare a Dublín, es precioso y sólo se ve en las películas.




Coronamos y al bajar por la ladera contraria vemos un lago que bien podría ser un mar. Enorme. La carretera sigue siendo igual de mala y cuando nos cruzamos con otros coches o tractores todo el mundo nos saluda. Finalmente volvemos a entrar entre casas y cercados por una carretera que casi nos lleva hasta Galway.


Galway es una ciudad universitaria, llena de vida y anda a caballo entro lo tradicional con pequeños comercios y lo moderno con algún que otro Mc Donalds. Por sus calles cuesta andar, hay mucha gente. Bajamos hasta el puerto, nos hacemos una foto y volvemos para comer. Parece que todo el pueblo está en la calle.

Volvemos a coger carretera dirección Doolin. Después de comer la carretera se hace pesada, además en Irlanda hay gente que se desplaza realmente despacio y sin motivo aparente. Llegamos a Doolin y de ahí rápido a las Cliff de Moher.





Los Cliff son unos acantilados que el que haya visto Harry Potter seguro que los conoce. Son muy impresionantes por su altura y por lo vertical de las paredes negras que se funden en el eterno verde de la hierva irlandesa. Estamos embriagados con tanta belleza. Merece la pena el esfuerzo, porque ya el cansancio hace mella.

Cuando finalizamos la visita a los Cliff volvemos dirección Doolin y buscamos un B&B. Nos metemos en uno muy cuco de piedra y que está repartido en tres edificios. Ya estamos en la habitación, de nuevo bastante temprano, lo cual yo agradezco.

Mañana volvemos a Dublín para pasar allí dos días. Os iremos contando.

De Derry a la ruta que no acaba.

Me levanté esta mañana igual que ayer, destrozado parecía que no había dormido, otra hora perdida en arrancar.

Por fin cuando lo hacemos comienza a llover con lo que nos toca esperar unos minutos en el hall del hotel hasta que decide parar. Menos mal que aquí nunca llueve mucho tiempo seguido.

Finalmente escampa, en cinco minutos reviso el nivel del aceite y engraso la cadena. Rápido y con los chubasqueros puestos nos disponemos a salir cuando un hombre muy amable se acerca y nos comenta que es una mañana muy lluviosa para montar en moto. La gente en Irlanda es agradable, se acerca a ti para hablar en cuanto ve cualquier cosa que le llame la atención, y yo voy con un chubasquero amarillo fosforito.

Llegamos a Derry en un par de minutos y visitamos subidos en la moto parte de la ciudad. Aquí todas las son británicas. Finalmente paramos en una especie de paseo que hace las veces de mirador de la zona donde se encuentran todos los famosos murales que recuerdan los terribles sucesos que tuvieron lugar aquí. Después de echar un vistazo nos bajamos a la zona donde las banderas de las farolas son de Irlanda, vemos los murales, hacemos unas fotos a estos y al cartel que indica que estas entrando en el "Derry libre". Lo cierto es que la ciudad impresiona. Aunque sus habitantes viven con cierta normalidad visto desde fuera, es cierto que a mi me impresiona y me sobrecoge todo lo sucedido en esta zona.





Ya saliendo de Derry nos recibe un monumental pitbull que nos ha visto desde lejos. En un primer momento, yo creo que simplemente corre y no nos ha visto, yo freno, me aparto y cuando llega a nuestra altura, nos gruñe e intenta modernos. No hay viaje para mi sin perros que amenacen. Un acelerón y problema resuelto.

En poco tiempo llegamos a Donegal, un pueblo coqueto. Visitamos el puerto, un cementerio que se ubica alrededor y entre las ruinas de una iglesia, y por último comemos allí. Al final de comer compramos la cena y seguimos con nuestro camino.



Sligo era nuestra meta, pero nos vemos frescos y decidimos seguir. Como no tengo la ruta cargada en el gps tenemos que parar y cargarla sobre la marcha. Nuevamente una encantadora mujer muy mayor se para a hablar conmigo y me vuelve a recordar que en Irlanda llueve para que la hierva crezca fuerte y que a ellos no les gusta que la hierva no crezca.

Cogemos carretera y llegamos a Castlebar. Un pueblecito irlandés como tantos otros. Buscamos un B&B y en el primero que vemos que nos llama desde fuera allí nos quedamos.

Nos recibe un hombre de mediana edad, muy agradable nos enseña la habitación y nos la ofrece por 30 euros con desayuno continental. Aceptamos y nos instalamos.

En Sligo me di cuenta de que tenía que tensar la cadena, con lo que cuando llego me pongo manos a la obra. Rápido me doy cuenta de que no tengo llave de 12, pensaba que la tuerca del tensor era de 13, pero error, es de 12. Se la pido al hombre que no la tiene. Finalmente me informa que ha llamado a un amigo John, un fontanero de la zona, que la traerá en la furgoneta. Cuando llega, resulta que no tiene la llave, pero cree que en casa si que la tiene. Le digo que no hace falta, que mañana la compro y no le mareo. En eso quedamos.

Estamos en la habitación ya instalados y llaman a la puerta, es John que ha ido a buscar la llave y me la trae. Me la presta en total confianza y me dice que mañana se la devuelva al dueño del B&B sin problema. Se lo agradezco y se marcha. Grandes personas estos irlandeses.

Cenamos en la habitación y después de la crónica, yo, pienso acostarme.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Arrastrándome por Irlanda del Norte

Ponemos el despertador a eso de las 8,30, pero la noche ha sido dura. He podido estudiar todos y cada uno de los muelles de la cama, además la puerta que hay en el pasillo parece que cierra sobre nuestra pared, y lo hace durante toda la noche. Tan fuerte pega la puerta al cerrar, que llega a tirarnos las cosas que había puestas sobre el radiador.

  Cuando me levanto no soy persona, no puedo ni siquiera abandonar la cama. Al final, de mala gana voy a desayunar. Nada de Irish Breakfast, cereales y zumo de naranja. No puedo con más. Después de vuelta a la habitación, necesito tumbarme y le pido a Julia que me despierte a las 10,30 para dejar la habitación a las 11 que es la hora máxima. Así lo hacemos y parece que cuando salgo a la calle me espabilo. A duras penas llego a la moto, engraso la cadena y decidimos arrancar. Parece que con el aire mejoro, pero en cada semáforo doy un paso atrás.

Paramos en una gasolinera, chocolate, coca-cola e ibuprofeno. Parece que surte efecto y comienzo a encontrarme mejor. Entramos en Irlanda del Norte y aquí las velocidades y distancias se miden en millas. Como la moto no tienen el marcador adaptado, cambio el gps. Circular en millas es desesperante, parece que vas parado y además nunca llegas a los sitios. Los Km/h son más agradecidos.

 Ya nos habían avisado, no hay mucho que ver y así es. Además, no se si es por el efecto de la información que nos ha llegado siempre, pero no termino de sentirme cómodo, pero tampoco veo señales de ningún tipo de problema. Veo una ciudad normal con un trajín normal.


Comemos en Belfast, damos un pequeño paseo y salimos dirección Derry. Pero la ruta está preparada para ir por la Coast Road, una carretera que está trazada en la misma linea de la costa y prácticamente al nivel del agua. Es increible, preciosa, huele a mar y lo disfrutamos los dos. Estamos disfrutando de la moto juntos y me encanta. Tímidamente comienza a llover, una gotita, dos, un millón y decidimos parar. Lo hacemos en la entrada de una casa, hay que ponerse los chubasqueros rápido, pero para no calarnos, porque ya estamos empapados. La que parece la dueña de la casa nos mira por el cristal, nos hace gestos que si todo "ok", le contesto con gestos que todo "ok" que sólo paramos para ponernos los chubasqueros. Empapados pero con chubasquero seguimos disfrutando de la carretera.




Sigue diluviando y como no me manejo con las distancias en millas y en pies, varias veces me paso salidas o desvíos en la ruta. Además, el agotamiento también tiene algo que ver en esto.

Antes de llegar a Derry paramos en la famosa calzada del gigante en Bushmills. No se si por la lluvia, no se si por mi estado, no se si por el cansancio, no me parece lo que esperaba, pero estoy seguro que en otro momento lo hubiera disfrutado infinitamente más.




A estas alturas me encuentro bastante mejor, lo cierto es que mientras conduzco no me encuentro mal del todo. Decidimos buscar un B&B antes de llegar a Derry, se nos ha hecho muy largo el camino. No encontramos nada de nuestro gusto y a 6 millas de Derry veo un hotel y allí que nos metemos. Nos sale caro, pero yo no soporto otra noche de muelles y portazos.

Un hotelazo a decir verdad. Cama excelente, baño de palacio, estoy contento. A las 21,30 me tumbo en la cama y no vuelvo a ser consciente hasta la mañana sieguiente.

Trayecto increíble entre Rosslare y Dublín

Después de dos días de ausencia obligada (por falta de Wifi), aquí estamos de nuevo. Y digo estamos porque ya está Julia conmigo.

Desembarqué en Rosslare sin mayor problema. Os pondré algún vídeo del momento de la salida del barco, que la verdad es que me gustó bastante.




Cuando estábamos desanclando la moto, nuevamente estuve hablando con los dos motoristas que me ayudaron a anclarla cuando embarcamos. Me cuenta que están de vuelta de un viaje por Francia y que son de Irlanda del Norte, concretamente New Belfast. Cuando nos toca, nos despedimos y cada uno a lo suyo. Ellos avanzan en la cola, se los ve con más experiencia y finalmente desaparecen, aunque no para siempre. Estando en la cola un Irlandes se pone a mi algura con una BMW R1150GT y me felicita porque dice que tengo una gran moto, le contesto que estoy muy contento y que él tampoco es que vaya en una bicicleta.

Por fin paso la aduana y ahora todo es avanzar hacia Dublín. El miedo a las rotondas, infundado, rápidamente te haces a cogerlas por la izquierda, el verdadero problema viene cuando tienes que salir de una carretera hacia otra, la primera vez tuve que pararme para localizar el carril por el que tenía que entrar. En líneas generales, circular por la izquierda no es tan complicado como lo pintan.

Según sales del puerto de Rosslare todo son pastos verdes llenos de ovejas pintadas con spray y vacas de muchas especies. Cuando tomo el primer desvío, empiezo a internarme en bosques muy frondosos. Extremadamente frondosos. De hecho, tienen echa la forma de los camiones cuando pasan y en algún tramo parecen auténticos túneles.

El tema de la velocidad es cosa aparte. Aquí las señales que limitan la velocidad en ciertas carreteras son verdaderos desafíos. Hay carreteras que marcan máximas de 80 Km/h, pero esa velocidad es de locos. Tanta vegetación hace las curvas ciegas en su totalidad, además el asfalto es bastante rugoso, hay grava suelta y está húmedo en muchos tramos. Aunque realmente nunca he sentido ningún fallo en la adherencia, salvo cuando pisé una deposición de caballo ya yendo con Julia.

El depósito pide de beber y paro a llenarlo, cuando me estoy volviendo a montar veo a las dos tenderas asomadas a la ventana, apretujadas como si nunca hubieran visto una matrícula española. Cuando salgo veo una torre muy cuca, me salgo de la carretera, le hago unas fotos y siento de llamada de la naturaleza, hay que aprovechar, mientras conduzco hay veces que olvido que mi cuerpo tiene necesidades. A un kilómetro nada más arrancar, encuentro un buen sitio para comer y allí que me paro. Me atienden genial y como mejor. Cuando acabo, veo que el que parece el dueño está aleccionando a la muchacha que me ha servido y le pregunto que si es su primer día, me responde que sí y entablamos una conversación acerca de España, finalmente me entero que la cuñada del dueño, es de Torrevieja. Qué pequeño es el mundo.



Arranco y la carretera empieza a ponerse chula, curva tras curva, y después se pone fea, más curvas y más curvas y peor asfalto, hasta que llega el punto de que en España hay caminos que tienen mejor asfalto que la carretera que llevo. Veo el primer paisaje idílico, una cascada que baja por una pared

de piedra increíble. Poco más adelante me encuentro en un llano, se nota alto por la temperatura y porque estoy muy rodeado de montañas. Además, estoy seguro de que aquí han grabado muchas escenas del Señor de los Anillos. El sitio entendí al hombre del bar que se llamaba Glendalough Pass. Un sitio precioso y en el que no se ve para nada la mano del hombre en un buen rato.

Comienzo a bajar y rápidamente entro en una población que nada tiene que ver con lo anterior, es bastante moderna. Rápidamente entro en la M-50!!!! Si habéis leído bien, la carretera que bordea Dublín también es la M-50, tan lejos de casa y a la vez tan cerca. De ahí al aeropuerto son 20 minutos. Espero a Julia aproximadamente durante una hora y finalmente aparece con la caja donde facturó su casco y su chaqueta.

Como curiosidad, Julia, salió de casa tranquilamente dirección al aeropuerto, llegando allí se dio cuenta de que no había cogido la caja, con lo que le tocó volver a cruzarse Madrid, recoger el casco y de vuelta al aeropuerto.

Nos vamos a Dublín ya los dos juntos. Nada más aparcar la moto comienzo a flojear, me siento mal, pero tenemos que buscar. Preguntamos al encargado del garaje donde metimos la moto y nos dice que a dos calles tenemos muchos B&B. Allí que nos vamos a preguntar, todos tienen el cartel de lleno. Nos enteramos que ha habido dos partidos de futbol y que por un par de días estará todo completo, preguntamos en todos y cada uno de los alojamientos y cuando finalmente cuando estamos a punto de desistir decido entrar a uno, el último me digo y así fue. Nos ofrecen una habitación, aunque nos dicen que es muy pequeña, pero para nosotros un palacio.


Cada vez me encuentro peor, aunque decidimos salir a dar un paseo y vemos la zona de Templebar y rápido nos volvemos. Me encuentro tan mal que ni siquiera ceno, me meto a la cama después de una ducha. Me quedo dormido en pocos minutos, aunque la noche será larga.