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lunes, 3 de febrero de 2014

Viaje al Norte. Parte 2. De Madrid a Soria.

El primer día de mi viaje me levanto temprano para poder cargar la moto. Estoy lleno de ilusión. Tardo poco en cargar la moto ya que todo estaba perfectamente en su sitio, con lo que sólo me queda montar en top case, colocar las alforjas y poner en marcha el GPS para iniciar el viaje.

Comienza la ruta y a la altura de Alcorcón me encuentro con los primeros atascos, me frenan bastante, pero no tengo prisa, estoy de vacaciones. Recorro la M-40 hasta la salida hacia el aeropuerto pensando en algo que me ilusiona, no voy a volver a coger autovía en 6 días. Salgo atravesando el aeropuerto de Barajas por un túnel subterráneo y aparezco en la zona de la vera del río Jarama. Es una zona de polígonos industriales y muchos camiones, pero sé que en breve los perderé de vista a todos y podré circular prácticamente solo. 

Por fin pierdo de vista todo tipo de edificaciones y todo va saliendo según lo previsto. Navegar se me hace fácil con mi nuevo GPS, las alforjas van perfectamente montadas y apenas las noto en movimiento. La carretera empieza a estar bastante rota, sabía que iba a llevar este tipo de carreteras, me gusta y es lo que quería. De pronto, al salir de una curva a la altura de la Urbanización Peñarrubia, me encuentro el peor
paisaje posible para abandonar Madrid, está todo el monte quemado. Con la esperanza de que esta fuera la única vez que me topara con el fuego, sigo camino.

El asfalto parece que va siendo bastante mejor, aunque la carretera se revira, se nota que sigo el curso de algún río y por fin disfruto de un paisaje que me gusta. El primer parón lo hago durante no más allá de dos minutos en el pantano de Alcorlo, en la provincia de Guadalajara. Total, como voy solo, sin prisa y con ganas de disfrutar, si paro una vez o cien, a quien le importa. Hago una de mis primeras fotos del paisaje y la primera a mi compañera de viaje. Me entretengo unos segundo viendo las maniobras de un helicóptero de extinción de incendios que debe estar haciendo prácticas. El entorno del pantano es digno de ver y me detengo en una de las presas con lo contienen, lo que me permite ver el valle que sigue adelante atravesando las pequeñas laderas que dan forma al pantano.

Arranco y poco a poco la carretera se va estirando hasta regalarme lo que me parecen rectas interminables. Me encuentro a varias personas andando, montando en bici o bien trabajando en los campos que flanquean la carretera y hago lo imposible por no dejar a nadie sin su correspondiente saludo. A media mañana decido que es hora de parar a tomar un café, y me detengo en el pueblo más grande que cruzo, Almazán. Entró en un bar junto a una gasolinera a la entrada del pueblo. En el bar hay varias personas mayores, una pareja joven y un policía. Por como hablan con las camareras todos se conocen, y de vez en cuando doy un vistazo y siempre pillo a alguien mirándome con curiosidad, soy el motero de la moto cargada y no me conocen.

Después del café y un donuts reemprendo el camino, como tengo aun presente las carreteras que había estado preparando para el GPS, sé que en no mucho tiempo tengo que entrar a una carretera que tiene bastante pinta de ser un carreterucho malo. Después de unos pocos kilómetros, mis sospechas se confirman y me doy cuenta de que mis pensamientos se quedaron cortos. De golpe el puntero del GPS hace un giro brusco a la altura del pueblo de Tejado y me indica que debo entrar a un camino rural medio asfaltado. Hago el giro con cuidado, ya que la carretera en esa zona tiene poca visibilidad y entro  en el camino. Es un camino/carretera vecinal que me llevará por varias aldeas hasta salir cerca de Soria. Conduzco una vía que en la que se alternan trozos de carretera mala con trozos de caminos buenos. Recorro los pueblos/aldeas de Torralba de Arciel, Paredesroyas, Aldealafuente y Alconada. Al atravesar Paredesroyas me llevo el primer susto del viaje, veo un mastín cerca de la carretera, pero de pronto saltan otros cuatro o cinco (no me paré a contarlos para concretar el número) y comienzan a correr a mi lado y a cruzarse, los medio espanto dando voces y pitando y en cuanto veo la oportunidad me libro de ellos con un buen acelerón. El camino rural desaparece y entro en una carretera comarcal que me lleva hasta la Nacional 122 que me permite entrar a Soria por el este. Antes de entrar hago el primer repostaje del viaje y me sorprendo del precio de la gasolina, un euro con sesenta. Se lo comento al gasolinero, me dice que es por el céntimo sanitario y además, hay que sumar que no hay ninguna planta de distribución cerca. Soy bastante crédulo, con lo que pago religiosamente y me voy.
Lo primero que advierto al llegar a Soria es un bonito arco rodeado de jardines, me paro y hago una
fotografía al cartel que marca la entrada a Soria. Los conductores me miran raro. Directamente me dirijo una oficina de turismo que hay prácticamente en la entrada donde, después de explicar que voy a pasar sólo unas horas en Soria, la señorita me comenta lo que puedo ver, le doy las gracias y me voy a mi primera visita. Deshago el camino hasta el arco que había visto anteriormente, es la entrada a la Iglesia de San Santurio, paso por debajo del arco, hago algunas fotos y sigo hasta la iglesia.

Está situada en un acantilado a la orilla del Duero y las vistas del camino de entrada me dejan encantado. Tras una breve visita continúo y bajo hasta el monasterio de San Juan de Duero y su claustro de leyenda. Hago la visita al monasterio con su claustro y a la salida charlo un rato con la señora que se encarga de cobrar las entradas, me cuenta que el monte que se ve desde el claustro es el famoso “monte de las ánimas” de la leyenda de Bécquer, y que este quiso comprar el monasterio.

 Después de la agradable charla, vuelvo a montarme en la moto y entro en el casco urbano de Soria. Lo primero que me llama la atención es la cantidad de gente que hay por la calle en un día entre semana. Visito todo el centro y el famoso Olmo seco al que escribió Machado. Como ya va siendo hora, me siento a

comer en una terraza y escribo la primera ristra de postales que he ido mandando a toda la gente que aprecio durante el viaje. Le pregunto al camarero que como hay tanta gente en la calle y me dice que “¡hay poca!”. Los chavales de las universidades ya se han ido y que empieza a decaer la cantidad de gente. Pues si falta gente, no quiero pensar cómo será un domingo de plena ocupación. Como bastante bien, pero ligero, tengo que seguir hasta Logroño. He visitado Soria en muy poco tiempo y seguramente me habré dejado muchas cosas atrás, pero con tantas ciudades en tan pocos días, creo que va a ser la tónica general del viaje.

Llego desde el bar donde he comido hasta la moto y allí inicio el ritual de preparación, casco, chaqueta, guantes… todo bien ajustado para seguir con el viaje.  Me doy cuenta de que me falta una postal, con lo que paro en una gasolinera a preguntar a ver si tienen alguna en venta. Como no quiero perder mucho tiempo, ni me quito el casco ni nada, entro a toda máquina y la señorita del mostrador me mira asustada. Me doy cuenta de que ha interpretado que soy un ladrón de los tantos que se ven en la tele, con lo que me freno y la pido una postal. Con una mezcla de alivio e irritación debido al momento tenso que acabo de generar, me informa de que no tiene. Papá, Mamá, os habéis quedado sin postal. Un despiste.

Me dispongo a Salir de Soria en dirección hacia Logroño. 

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