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jueves, 6 de febrero de 2014

Viaje al Norte. Parte 3. De Soria a Logroño.

Enseguida salgo de Soria con las indicaciones del agradable camarero que me sirvió durante la comida y voy haciendo kilómetros por una carretera bastante sencilla.  Esto se acaba cuando me acerco al Puerto de Piqueras. El camarero me recomendó que fuera por el túnel ya que la carretera del puerto era bastante sinuosa y está a medio asfaltar en algunos tramos de la vertiente riojana. Esto, lejos de alejarme de subir el puerto, más bien me anima mucho más, lo convierte en un reto que tengo que pasar sí o sí. La parte castellana del puerto se encuentra en bastante buen estado y,
aunque es un ir y venir continuo de curvas y rectas, se hace fácil subir. Cuando llego arriba un cartel me indica que por primera vez en mi vida, voy a pisar La Rioja. Me paro para fotografiar
el cartel y observo el paisaje que me deja ver dos provincias de España, Soria y La Rioja. En este punto es cuando por fin empiezo a darme cuenta de lo que realmente estoy haciendo, de él increíble viaje que me queda por delante y la bonita experiencia que me queda por realizar en unos pocos días.

De vuelta a la moto, comienzo a bajar por la vertiente riojana del Puerto de Piqueras y comienzo a notar las advertencias del camarero, la carretera está a medio asfaltar y además, está llena de brea, lo que ocasiona que todos los vehículos con lo que me cruzo levanten grava e incluso de vez en cuando note alguna pedrada que proviene de mis ruedas.
A mitad de bajada el paisaje me obliga a parar, echar un vistazo y hacer alguna fotografía de la Sierra de Cebollera. La vista es increíble y más adelante descubro que sólo fue la antesala de lo que me esperaba. Continuo viaje y me voy dando cuenta de que la carretera nada tiene que ver con la que he llevado desde Soria hasta el Puerto de Piqueras, está igualmente en buen estado, pero es una carretera de continuas curvas. Siguiendo por ella, bordeo el embalse de Pajares y me quedo admirado con la presa y los bosques que hay a la orilla contraria del río Pajares. Disfrutando del paisaje sin quitarle ojo a la carretera, llego hasta el pueblo de Villanueva de Cameros. Según entro por la carretera principal, me quedo encantado con el entorno donde se encuentra y cuando llevo sólo unos metros recorridos dentro del mismo, antes de cruzar el puente, me paro para ver todo con más tranquilidad. Visito el precioso puente que me llevará hasta la otra orilla y bajo por unas escaleras que me llevan hasta una ermita que se encuentra cerrada. Todo el pueblo tiene un ambiente que me encanta, además hay bastante paz y allí no se ve a la gente con prisas. En estos momentos es cuando menos echo en falta a Madrid. Reanudo la marcha ya por la otra orilla y me cruzo con varios compañeros en moto que me pasan y me saludan, no es de extrañar, soy bastante tranquilón circulando y además hay que añadirle que voy circulando con un extra de precaución porque viajo solo. La carretera me lleva por un desfiladero increíble. Por momentos llego a pensar que podría ser buen escenario para producir un “western” ya que este paisaje le he visto yo en muchas películas. Pero hay un punto en el que este sueño acaba, el GPS señala una larga recta, lo que me indica que estoy llegando a Logroño.

Entro hasta el hotel con mucha facilidad. Ya alojado, descargo las alforjas de la moto y me instalo en la habitación. Es un hotel fantástico y me alegro de una reserva bien hecha.  A pesar de un pequeño contratiempo con la red de internet, me atienden de manera muy agradable en la recepción. Las agradables recepcionistas, gastan un extra de paciencia porque entro y salgo del garaje con la moto en varias ocasiones.

Como ya es tarde, me doy prisa en volver a salir para visitar Logroño y comprar las postales y los sellos que me hacen falta. Al parar a comprar veo con alegría una moto igual que la mía aparcada, me hace ilusión, no es muy frecuente ver mi modelo de moto por la calle.Comprado el taco de postales y sellos, me voy al centro siguiendo las indicaciones.

Aparco cerca del parque del Espolón y me decido a visitar el centro a pie.  Al igual que Soria, Logroño es una ciudad muy bulliciosa. Me decido a intentar perderme por el centro y rápidamente encuentro la Concatedral de Santa María de la Redonda, hago algunas fotos y me dirijo por la calle Portales, que está abarrotada, hasta la Puerta del Revellín. Bajo por otra calle que está llena de bares con terrazas y allí aprovecho a tomarme una cerveza (no más que hay que volver en moto al hotel), a escribir las postales y mi diario de ruta en la agenda que me regaló Julia de su viaje a Florencia.




 

Como ya se me hace de noche, busco un lugar para cenar algo rápido y vuelvo a coger la moto. En el recorrido voy buscando para poder echar mis postales en algún buzón y me percato de lo difícil que es encontrar uno en cualquier ciudad hoy en día. Pero no desisto y busco una oficina de correos que me crucé de camino al centro por la tarde. En este momento, me percato de que no llevo GPS y no conozco absolutamente nada de la ciudad. Me he perdido por Logroño. Después de una gran vuelta que me lleva por un barrio muy mal iluminado, un polígono industrial, un parque enorme y una carretera de circunvalación, al final encuentro el hotel y tomándolo de punto de referencia, logro encontrar la oficina de correos para echar en el buzón de esta mis postales. Bastante cansado, aunque menos de lo que había esperado, me vuelvo al hotel, donde encierro la moto en el parking y me doy una buena ducha, que ya iba haciendo falta.


Ya más relajado, me dispongo a descargar en mi netbook los datos de la ruta y a cargar los de la ruta del día siguiente y me doy cuenta de que mi día no acaba aquí. ¡Horror! No sé muy bien por qué, las rutas no están en el ordenador y tampoco en la memoria USB en la que creí haberlos cargado. No está todo perdido. Julia, con mucha paciencia, se acerca a mi casa y desde mi ordenador me reenvía las rutas por e-mail. Mi salvadora. Con las rutas en el ordenador, me aseguro bien de que hago un duplicado y las meto en la memoria USB.

Ahora si que puedo ver un rato la televisión, aunque casi antes de que me entere me estoy quedando dormido. Pongo el despertador y me arropo dispuesto a dormir. Ha sido un día largo y emocionante.

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