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jueves, 13 de febrero de 2014

Viaje al Norte. Parte 4. De Logroño a Vitoria

En el segundo día de me viaje me levanto temprano y al mirar por la ventana veo que hay algo de niebla, esto puede dificultar mis andanzas por la carretera. Después de vestirme y asearme bajo a desayunar. Tomo un buen desayuno, ya que el siguiente salto me llevará a Vitoria y por lo que recuerdo la ruta me lleva por carreteras suculentas que se me pueden hacer largas. Cuando subo de desayunar, la niebla ha desaparecido. Recojo lo poco que me quedaba y lo guardo todo en las alforjas. Bajo, coloco todo el equipaje en la moto, hago el “check-out“ y ya estoy listo para salir.

Abandono Logroño por una zona industrial y rápidamente cruzo un puente por encima del Río Ebro. Tomo
dirección hacia La Rioja Alavesa y mientras voy casi paralelo al Ebro, voy viendo multitud de bodegas. No soy aficionado a los vinos, pero al pasar por el pueblo de la Guardia, veo una bodega con un edificio que ya había visto antes supongo que en televisión o en alguna publicación. Me pica la curiosidad y por un rato, me desvío de mi camino.
No encuentro ninguna carretera que me lleve hasta ella (después vi que se accedía desde el pueblo), así que aproveche el hecho de llevar una moto trail y busco caminos hasta llegar a ella. Es la primera vez que abandono el asfalto con mi moto para rodar por tierra, y a pesar de ir bastante cargado, no se me hace difícil rodar por los caminos. Después de enganchar dos o tres caminos cortos me planto en una lateral de la bodega. Hago varias fotografías observo el paisaje de viñedos y me vuelvo a subir a mi montura. Deshago el camino que había llevado y vuelvo a entrar en carretera para continuar con la ruta.


Recorro unos pocos kilómetros y a poca distancia de Samaniego, me desvío para subir el Puerto de Peñacerrada que me recibe con pendientes del 14%. Algo antes de completar la subida al puerto, hago una parada que había señalado en el GPS, es el Balcón de La Rioja. Aunque hay una nieblina que limita la visibilidad puedo ver una vasta extensión de terreno que abarca La Rioja y La Rioja Alavesa. Retomo el camino y empiezo a cruzar bosques que parecen mágicos. En un par de ocasiones veo caminos bastante suculentos que me apetece recorrer, pero la cordura ahoga mis deseos y me paro por ser consciente de que una caída tonta me puede complicar el resto de la ruta, y es que con la moto cargada, se me haría bastante difícil levantarla yo solo, y eso teniendo en cuenta que la caída me produjera el menor mal posible.

Ruedo totalmente solo por la carretera, lo que me permite pararme a placer y hacer fotos del denso bosque que me rodea. En un momento de la ruta veo que los hitos de la carretera marcan que me encuentro en la provincia de Burgos, por un segundo dudo, freno y reviso la ruta en el GPS y me percato de que todo está correcto. Finalmente, salgo de mi asombro y me doy cuenta de que estoy en un sitio que para mí ha sido mítico desde el colegio, el Condado de Treviño, esa porción de tierra que pertenece a Burgos pero que está incrustada en territorio alavés. Acabado el puerto, ruedo unos kilómetros hasta un cruce de carreteras en el que veo un pequeño bar y me paro a tomar café. Hay un hombre en el bar leyendo un periódico que contesta de mala gana a mis buenos días. El hombre que hay detrás de la barra desaparece y al final emerge un chaval joven de la cocina que me atiende. Le comento la anécdota del mi susto al camarero y le pregunto exactamente donde me encuentro. Me dice que estamos en el centro del Condado, en Ventas de Armentia. Durante la preparación de la ruta, llevar tanto detalle en los mapas, no me dio lugar a percatarme de que atravesaría este condado para llegar hasta Vitoria.


Sigo camino y nuevamente entro en la provincia de Álava, por fin llego a Vitoria. Después de un par de vueltas por el centro, consigo encontrar un sitio de mi gusto para dejar la moto, pero mientras que la estoy subiendo en el caballete, este me pilla una bota y la moto se me vuelca. Mi manillar se apoya en el asiento de una vespa, hago un esfuerzo descomunal para evitar que ambas motos vayan al suelo, pero no soy capaz de llevar a mi compañera hasta una posición vertical, pido ayuda y un hombre poco amable en sus modales que me echa una gran mano a levantarla, he de estarle muy agradecido a pesar de que no fue muy agradable conmigo:

-        -  Perdona, me puedes ayudar que se va al suelo.
      El hombre se acerca, me ayuda y la moto vuelve a su posición. Supervisa el que yo monte la moto en el caballete.
-        -  Ten cuidado que vas a dar a las demás motos.
-        -  Es cierto, pero es que con la moto cargada se me hace difícil manejarla en parado.
-        -  Sí, pero ten cuidado.

Pasan dos segundos y aun me encuentro en ese pequeño momento de “shock” cuando el hombre se da la vuelta de una forma bastante brusca diciéndome en tono irónico “de nada”. Señor, debe disculparme, el “shock” no me dejó ser cortes y amable, pero a  pesar de sus modales, le estaré eternamente agradecido. Reviso mi moto, reviso el asiento de la vespa y observo que ambas han resultado ilesas. Toda una suerte.  
Solventado este problemilla, me dispongo a visitar la ciudad y como siempre, lo primero que hago es buscar postales y sellos. Los encuentro en la Plaza de la Virgen Blanca y aprovecho para acercarme a la oficina de turismo donde me informan muy amablemente. Visito la Iglesia de San Miguel, los Arquillos y me adentro en la Ciudad Medieval como la llaman allí. Las calles son supe calmadas y me encanta la tranquilidad que se respira en algunos puntos. Una cosa que me llama la atención son los grandes murales de infinidad de colores que decoran algunas fachadas.
 

Tras una visita rápida a los lugares que me mostraron en la oficina de turismo, se me hace la hora y me siento a comer a los pies de la Parroquia de San Pedro.  Un menú muy rico, que se me hace muy barato por lo elaborado del mismo (unos doce euros). Me relajo mientras como y paso un rato largo distraído escribiendo postales y mi “cuaderno de bitácora” .


A la vuelta hasta la moto encontré una manifestación frente a la Diputación Foral de Álava, no entendí los motivos, ya que las pancartas estaban en Euskera, pero había un buen puñado de ertzaintza, así que preferí alejarme sin hacerme más preguntas. Llegué a la moto, y tras colocarme bien la chaqueta, casco, guantes y demás, me dispuse a coger dirección Bilbao.

Cuando me dispongo a buscar el punto de inicio de la ruta desde Vitoria a Bilbao me doy cuenta de que por la mañana, mientras buscaba aparcamiento, entré por una zona restringida al tráfico y vigilada por cámaras. Entré detrás de un autobús y no me percaté, pero qué le vamos a hacer… ya llegará la multa.


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