Como todo viaje bien organizado, este tuvo su
planificación, empezando por una terrible tormenta de ideas. La imaginación me
llevó por la Bretaña francesa, Portugal o por el norte de España. Al final
me decanté por España para evitar el trámite de solicitar el carnet de conducir
internacional, ya que soy poseedor del carnet de moto A2, que únicamente estaba,
hasta la fecha del viaje, instaurado en España.
Solventada la duda de donde, ahora faltaba el cómo. Quería
recorrer el norte de España pero no sabía si llevarlo a cabo de Este a Oeste o
de Oeste a Este. Durante la primera planificación de carreteras, vi claro que
podía hacer el viaje de Este a Oeste, para subir por La Rioja (una de las pocas
comunidades españolas que aún no había pisado) y llegar hasta Galicia, donde
tenía intención de visitar a una prima de mi madre muy acogedora, para
posteriormente bajar a Salamanca (ciudad que tampoco conocía). El primer itinerario en bruto que me surgió fue desde Madrid
a Soria, Logroño, Vitoria, Bilbao, Santander, Asturias, Galicia, Salamanca y de
nuevo a Madrid.
Como escogí una fecha un tanto distinta a la habitual, en el
mes de Septiembre, nadie podía acompañarme por temas laborales, ni siquiera mi
chica, que está en paro y no le llegaba para los gastos. Con lo cual, tomé una
decisión firme: “Me quiero ir de vacaciones en moto, y si hace falta, me iré
solo”.
Con esta premisa, comencé a planificar la ruta a base de
mapas y GPS. La navegación, la basé completamente en el GPS, ya que no tenía
intención de llevar un solo mapa en papel en ningún momento y así lo hice. Tomé
la determinación de evitar autopistas y autovías de la manera más rotunda,
aunque ello supusiera coger caminos rurales o hacer kilómetros de más. La
planificación de las rutas se planteó para visitar dos ciudades por día. Por
supuesto, no tenía intención de empaparme completamente de cultura, formas de
vida y demás, quería simplemente pasar por las ciudades, visitar sus zonas,
monumentos y puntos más representativos y seguir camino. Durante el transcurso de la elaboración de las rutas, mi
chica me contó que podría quedarse un par de días en Salamanca si íbamos con
unos gastos sostenidos, y al final con este pequeño cambio, la ruta quedó de la
siguiente manera:
-
Día 1 à Madrid – Soria – Logroño.
-
Día 2 à Logroño – Vitoria – Bilbao.
-
Día 3 à Bilbao – Santander – Asturias.
-
Día 4 à Asturias.
-
Día 5 à Asturias – Salamanca.
-
Día 6 à Descanso (Visita a Salamanca).
-
Día 7 à Salamanca – Ávila – Madrid.
Al final, tuve que sacrificar la pasada por Galicia para
poder pasar un par de días con mi chica en Salamanca, pero finalmente resultó
una gran idea, y así tengo excusa para realizar otro viaje que quizá me lleve
por Portugal y Galicia, quien sabe.
Desde que tengo moto, siempre he tenido la idea en mente de
viajar a mil sitios. Siempre ha rondado por mi cabeza lugares como el Cabo
Norte, Praga o la Isla de Man. Con lo que en cuanto tuve mi Yamaha Tenere 660
comencé a orientarla a ser una moto viajera para emular a gente que ha dado la
vuelta al mundo como Fabián Barrio, Ewan McGregor o Alicia Sornosa entre otros
muchos. Realmente, a quien más admiro, sin menospreciar a los demás, es a
Miquel Silvestre, que muestra infinidad de cualidades aparte de un incansable
viajero.
Lo primero, allá por el mes de mayo fue ponerle la maleta
tipo Top Case para poder guardar equipaje. En la primera escapada que hice en
el mes de Agosto a las míticas carreras en el pueblo Leones de La Bañeza, me di
cuenta de que un solo top case iba a ser insuficiente para un buen viaje, con
lo que a un par de semanas me decidí a comprar las maletas laterales y así
completar el kit para llevar equipaje. En el último segundo me quitaron unas
maletas de segunda mano a las que había echado el ojo por internet y al final,
contacté con un motero que vendía unas alforjas de cordura que terminaron
siendo el complemento que me faltaba para viajar. Aunque se acoplaban
perfectamente a mi moto, siempre me gusta llevar las cosas perfectamente
sujetas y me decidí a hacerme unos soportes utilizando unos perfiles de
aluminio, que durante el viaje cumplieron perfectamente su función.
Volviendo de La Bañeza, contemplé con horror como mi GPS se
apagaba para no volver a encenderse más, había sufrido la muerte por la que
caen todas las unidades de este modelo y me surgía con ello la primera
complicación del viaje a unos 15 días de la salida. Nada más llegar a Madrid
desde León, me puse a investigar a través de internet modelos de GPS que se
adaptaran a mi forma de navegar y finalmente di con uno que me gustó y al que
le añadí la cartografía para toda Europa pensando en el
futuro. Durante unos días, el ritmo con mi nuevo GPS fue frenético,
ya que todos sabemos que cualquier aparatito moderno lleva un periodo de
aprendizaje y este tenía que ser muy acelerado porque me quedaban unos 10 días
para partir. Iba literalmente a todos los sitios guiándome con el GPS, daba
igual que fuera a por el pan, al trabajo o cualquier ruta por conocida que
fuera.
El tema del alojamiento también fue variando según iba
preparando el viaje. En un principio pensé en cargar la moto con la tienda y el
saco, para parar donde buenamente pudiera cada noche y si el tiempo me lo
permitía. Si finalmente las circunstancias no me eran favorables para dormir en
tienda de campaña, cogería hoteles, hostales o pensiones sobre la marcha. Finalmente
no pudo ser así, ya que el material de acampada lo sitúo en el asiento del
acompañante, y como recogería a Julia en Salamanca, no podría haber llevado
acompañante y material. Al final, en una tarde de sábado realicé todas las
reservas de hoteles y hostales para los días del viaje a través de una página
de internet.
El equipaje fue sencillo y siguiendo una regla básica, si no
es esencial, se queda. Preparé una muda por día y una más de reserva, una
camiseta por día y de las más viejas de la colección, para deshacerme de ellas
según las fuera usando (cosa que nunca ocurrió) y así hacer hueco para el
equipaje de Julia cuando la recogiera en Salamanca, un pantalón de cambio, una
sudadera, un neceser, zapatillas de deporte para no ir con las botas de la moto
a todos los sitios, un pequeño set de herramientas de emergencia y lo esencial
para engrasar la cadena, no podía faltar un “librito” para echar los pocos
ratos libres que pudiera tener por las noches en el hotel, con lo que también
eché uno que me regaló Julia por navidades que agrupa todos los libros de
Sherlock Holmes, un buen tomo. Todo esto se quedó guardado en las alforjas,
dejándome hueco para mi otra gran afición, la fotografía. El equipo fotográfico
fue guardado en el top case y cuando paraba en cualquier ciudad, lo sacaba para
guardar el casco y traerme mil recuerdos. En el top case también tuve que meter
un pequeño ordenador ya que viajar sólo con GPS te obliga a llevar las rutas en
un ordenador e ir cargándolas.
La moto se encontraba en perfectas condiciones, ya que había
pasado una revisión hacía 150 kilómetros y tenía la seguridad de que no iba a
tener problemas, pero aun así, las revisiones básicas como tensión de cadena, aceite
y presión de las ruedas no faltaron.
A dos días de la salida de mi viaje surgió una catástrofe,
mi cuñado se rompió un hueso de la mano, con tal mala suerte que la rotura fue
realmente fea y no valdría una escayola y reposo para curarla, tendrían que
operarle. A esta altura, con hoteles reservados y demás, el viaje tenía muy
mala pinta. Cuando pude hablar con mi cuñado, le comenté la situación y me
ofrecí a retrasar las reservas y cancelar las que no pudieran retrasarse, pero
me dijo que no se me ocurriera ya que no era una operación complicada y que no
había necesidad de estar presente. Otro escoyo salvado.
La última noche antes de la partida, logré terminar el
trabajo de elaboración de las rutas y con todo preparado sólo quedaba esperar
al día siguiente para poder salir. Dormir se me hizo complicado, los nervios andaban presentes, pero finalmente caí para cumplir algo que llevaba tiempo deseando, viajar a la aventura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario