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martes, 14 de enero de 2014

Pingüinos 2014 (Parte 2).

El sábado nos levantamos temprano, no eran más de las 9.30. El campamento ya tiene cierto movimiento. Me acerco a asearme un poco y cuando regreso a la tienda ya más compañeros se había levantado. Giramos la vista y vemos como un hombre pasea vestido simplemente con una toalla y unas chanclas, todo apunta a que se ha duchado y se pasea en toalla hasta la tienda donde se vestirá, y  a todo esto la temperatura no creo que suba de los 4º mientras el hombre no lleva especial prisa. Por todo esto se gana el aplauso de todos nosotros.

Nos acercamos a tomar el desayuno que ofrece la organización cuando te inscribes. Este está formado por un chocolate caliente, un huevo frito, pan, un par de magdalenas y una naranja. Hay quien se queja de este desayuno, pero lo cierto es que sólo el hecho de tomarlo allí, ya hace que a mi me sepa bien. Volvemos a la tienda y alrededor de la hoguera charlamos para hacer tiempo hasta la salida hacia el desfile de las banderas que nos llevará al mismo centro de Valladolid. Cuando decidimos arrancar empiezan las sorpresas, primero encontramos pinchada la Impala por un clavito mínimo pero suficiente para perforar la cámara de esta joya. Alberto tiene un spray reparador con el que podríamos arreglar la rueda, pero se rompe la boquilla del mismo y finalmente deciden dejar la moto en la concentración distribuyéndose Amaia y Bingen entre el resto de las motos. Solucionado el tema de la Impala, la BMW de Alberto decide no arrancar. Parece tener batería, aunque probamos con unas pinzas que nos deja otro pingüinero cercano, pero nada. Finalmente descubrimos que el problema está en que el sensor del punto muerto falla, al tener la pata puesta y una supuesta marcha metida la moto no arranca. La subimos al caballete y arranca sin problemas.

Con todos apañados nos acercamos a la salida del desfile, pero nos lleva casi media hora simplemente comenzar a movernos. Yo aprovecho para hacer fotos a todas las motos con las que salimos y a charlar un rato.





 Poco a poco vamos saliendo del recinto dirección Valladolid, lo cual nos lleva media hora larga debido al atasco de motos que se forma. Justo a la entrada de Valladolid nos volvemos a atascar y vamos prácticamente parados hasta llegar a la acera de la calle Recoletos, que es donde todos los años reparten el aperitivo y realizan exhibiciones de acrobacias en moto.  Este camino nos lleva dos horas, trayecto que debería realizarse en un cuarto de hora aproximadamente.



Por el camino nos hemos desperdigado todas las motos que habíamos salido del pinar y cuando finalmente nos juntamos acordamos donde ir a comer. Hacemos dos grupos, uno de ellos se va a comer lechazo y el resto nos metemos en un restaurante italiano en la misma acera de Recoletos, donde ya comimos el año pasado bastante bien. Como somos ocho personas nos tienen que hacer hueco y nos permiten comer en una mesa con hora tope ya que se encuentra reservada. Comemos bien, igual que el año anterior y entre comentarios sobre nuestro olor a "chasca" salimos del restaurante. Nos dirigimos a un supermercado, donde como un desesperado busco los tapones que olvidé para dormir. Además aprovechamos y compramos algunas cosillas más para pasar la noche. Volvemos y nos sentamos un rato a ver la exhibición de acrobacias hasta que finalmente nos reunimos todos el grupo y salimos de vuelta hacia el pinar.

Una vez en la acampada de nuevo decidimos bajar hacia el pueblo a ver los puestos que ponen y aprovechar a dar un paseito. Aunque es un poco pronto, cenamos lo que ofrece la organización. Cuando estoy en el pueblo aprovecho a comprar una taza con mosquetón que llevaba tiempo buscando para las concentraciones, mientras la compro recibo la llamada de Jessi, una antigua compañera, muy buena amiga y gran amante de las motos. Se ha pasado a ver el ambiente y ya de paso a saludarme. Dejo por un rato el grupo y paseamos por los puesto con ella, su chico y sus amigos. Cuando ya se van, me vuelvo con Alberto al pinar y nuevamente nos reunimos en torno a la hoguera. Este año no vemos conciertos ni nada en la plaza de Pingüinos. Pasamos casi todo el tiempo en la hoguera. Ya a última hora decidimos meternos en una carpa donde tienen un cañón de calor para coger temperatura y no irnos fríos al saco.

Cuando me meto al saco recuerdo haber echado unos saquitos que se autocalientan, los abro y echo cuatro dentro, lo que unido al cansancio y mis nuevos tapones me hacen pasar una noche maravillosa sin enterarme de nada.

Ya a la mañana siguiente la misma rutina, aseo desayuno y hoguera, sólo que hoy ya es domingo y toca despedida. Vamos recogiendo las tiendas y demás, cada uno guarda sus cosas en la moto y a eso de las doce empieza a marcharse la gente. Los primeros que salen son la cuadrilla vasca, nos despedimos hasta el año siguiente y haremos por mantenernos en contacto. Benjamín y su sobrino se vendrán con nosotros durante medio camino donde tomarán dirección Ávila.

Yo aun sigo pensando que Andrés y su chica llevaban demasiadas cosas para ir en una moto deportiva, pero lo cierto es que se apañaron bastante bien. Mucho mejor de lo esperado. Todo un artista Sesmero colocando bultos en su moto.
Salimos del recinto del pinar, con pena porque se acaba y con ganas de volver. Pingüinos es algo que marca y siempre deja ganas de más, a pesar de algún mal momento por el frío que se pueda pasar. El camino de vuelta es bastante tranquilo. Está plagado de radares móviles, pero no tenemos mayor problema ya que vamos con tranquilidad y sin ninguna prisa. Cuando llegamos al desvío de Ávila Benjamín y su sobrino se despiden y se separan del grupo. Unos kilómetros más adelante paramos a comer algo rápido, y es que por detrás nuestra se están formando nubarrones. Reemprendemos ruta y subimos el Alto del León. Cuando coronamos vemos un precioso mar de nubes que cubre toda la comunidad de Madrid. Aunque esto es bonito de ver, se sabe que en algún momento ese mar de nubes será niebla y posibles lluvias debajo. Al final descendemos y sólo se queda en amenaza. Tranquilamente llegamos a Móstoles y a la entrada nos separamos las tres últimas motos, cada uno va hacia su casa. La ducha y el descanso son más que necesarios. Hemos llegado bien, lo hemos pasado en grande y todos volvemos con ganas de repetir, me encanta Pingüinos y por el momento tengo intención de seguir volviendo año tras año. 

P.E.: En un par de días o tres comenzaré a subir la crónica de mi viaje en solitario por el norte de España.

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