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lunes, 10 de marzo de 2014

Viaje al Norte. Parte 8. El día que pasé en Asturias.

Me pongo el despertador no muy tarde para no desperdiciar el día y poder visitar todo lo que me proponga, aunque como no suelo dormir en exceso, me levanto antes de que suene. He pasado buena noche y voy a disfrutar el día. Me visto y bajo a desayunar.
Cuando entro en la sala del hotel donde se dan los desayunos, noto cierta presión. Soy el único que se hospeda solo en el hotel, un par de matrimonios mayores que han venido juntos y dos parejas más desayunan en ese momento. Doy los buenos días y me dispongo a desayunar, todos charlan animadamente, yo como he venido solo, leo el periódico en mi teléfono.
Tras un buen desayuno, me dispongo a prepararme la ruta del día. No tenía nada planificado, con lo que todo será una buena aventura. Miro cartografía varia y veo que puedo preparar una ruta para llegar hasta Fuente Dé, pero por supuesto, quiero abrir una nueva ruta empalmando carreteruchas y caminos rurales.  Veo una ruta que parece perfecta, la diseño, me visto y salgo a la aventura.


Deshago el camino que había traído desde Cantabria el día anterior hasta Las Arenas, donde me desvío dirección Poncebos. Este lugar me atrae, es una desfiladero rodeado de montañas muy escarpadas y carreteras sinuosas, además, es el inicio de la Ruta del Cares.  La carretera parece divertida llena de curvas, subidas, bajadas y bonitos paisajes. Me detengo prácticamente en el medio de la carretera a tomar una foto. Cuando llego hasta el inicio de la famosa ruta, continúo carretera en dirección Tielve y Sotres. A partir de aquí, la carretera se llena de pendientes, curvas y puentes excavados en la roca, me encanta el camino que he escogido.  La carretera tiene ciertos peligros, como curvas pronunciadas y mal firme,  pero todo esto se ve bastante agravado debido a que está llena de desprendimientos. Mientras voy subiendo me fijo y voy memorizando donde encuentro piedras para salvar sin problemas a la bajada. En un punto la carretera hace dos curvas imposibles y en una de ellas hay una pequeña cascada preciosa, me paro y la hago una fotografía.
 





En este momento me percato de que el GPS no es infalible. En un desfiladero tan profundo, los satélites no me controlan y mi receptor decide que voy a unos 300 m de la carretera, pero bueno, no hay mucha pérdida ya que no hay desvíos.
Continúo la carretera y llego a Tielves, lo atravieso sin pena ni gloria y descubro que el GPS ha vuelto en sí y marca bien, pero que las carreteras están trazadas por un loco. Poco más adelante, me detengo en un mirador y observo las montañas que tengo al Norte, seguro que son las que conformaban el valle por el que pasé ayer ya que ahí sigue el incendio del día anterior, tomo un par de fotografías y reemprendo. Se pone interesante. Subo por el lado exterior al precipicio una carretera donde cada curva es una sorpresa, puesto que la pared está tan cerca de la misma, que nunca ves lo que hay detrás de la curva. Aquí el GPS se convierte en mi gran aliado, y le utilizo como copiloto echándole pequeños vistazos de cómo traza la curva antes de tomarla.
Finalmente llego a una curva donde el GPS me indica que debo seguir en línea recta y adentrarme en un camino. Veo que el camino está en buen estado y que puedo circular por el sin mayores problemas si no doy demasiado gas, con lo que entro. Me cruzo con varios coches con lo que creo que mi sueño de llegar hasta Fuente Dé por aquí se hará realidad.
Aproximadamente a un kilómetro, a la altura de los Invernales del Tejo, mi sueño se desvanece, un cartel anuncia que voy a entrar en un parque natural y que sólo puedes circular por allí si eres una empresa de turismo o vecino de la zona, me quedo un poco atónito y decido dar la vuelta. Antes consulto el GPS y veo una rayito de esperanza en una vía marcada desde Tresviso.
Salgo del camino y continúo la carretera que había dejado, un cartel me indica una buena pendiente, pero creo que no se midió bien el día que se señalizó. Subir en camión por aquí tendría que ser una odisea entre las curvas y las pendientes. Entro en Sotres, que no me llama mucho la atención y sigo los carteles en dirección Tresviso, bueno, mejor dicho, el único cartel. Al salir de Sotres, enlazo un par de curvas y tras una curva a derechas se acaba el presupuesto para asfalto. Aquí hace años que se asfaltó, pero creo que alguien habrá pensado que esa es una carretera asturiana que es el único acceso a un pueblo cántabro, con lo cual, si quieren carretera que la paguen otros.
Sorteando auténticos cráteres lunares corono una loma y arriba veo a un pastor, levanto la mano para saludarle y no obtengo respuestas.  Poco más adelante, encuentro una pareja de ancianos a los que decido preguntar si me pueden orientar, ya que a estas alturas la ruta que preparé en el hotel está lejos.
  • - Buenos días.
  • - Buenos días hijo.
  • - Estoy buscando un camino para llegar a Fuente Dé desde aquí.
  • - Bajando a los invernales del Texu.
  • - Ya, pero hay un cartel que me dice que no puedo pasar.
  • - Bueno, es que pasan los todoterrenos que llevan gente turista. Pero yo creo que puedes pasar, nadie te dice nada. Alfonso para por allí para ir a su tierra.
  • - ¿Pero Alfonso es vecino?
  • - Si, pero no te van a decir nada.
  • - Creo que no voy a ir, si me pillan me multarán. Gracias de todas formas. Buen camino.
  • - Buen camino.
  • - Oye, ¿vas solo?
  • - Si, y la mar de a gusto, así no discuto con nadie (nos reímos los tres).
  • - Puedes bajar por la senda de ahí arriba, los chicos de las motos de trial bajan.
  • - Ya, pero esta moto pesa unos 220 Kg y no es para ir por sendas. Si fuera acompañado quizá, pero solo no me atrevo.
  • - ¿Por qué?
  • - Si se cae al suelo la moto no creo que pueda levantarla fácilmente yo solo.
  • - Pero si los chicos bajan.
  • - Pero creo que yo no lo voy a hacer.
  • - Pues nada, buen camino.
  • - Igualmente. Buenos días y muchas gracias.
Unos metros más adelante, la carretera que llevo tiene tal cantidad de cráteres que un par de veces veo comprometida mi estabilidad al intentar esquivarlos, con lo que decido dar la vuelta, no vaya a ser que se me vuelque la compañera y aquí tardarán en pasar para ayudarme a levantarla. Cuando llegué al hotel descubrí que me había quedado a la entrada de Tresviso, pero ya no había remedio. Bajo hasta Sotres y tomo un café. Todos me miran como a un extraterrestre, en verdad debo tener dicho aspecto con la ropa de la moto, intento escudarme en mi café y mi móvil pero la tecnología nuevamente falla. No hay cobertura. Me termino el café y como me siento un poco incómodo con tanto ojo en mi nuca, me voy rápido. Durante el camino de bajada me da un ataque de locura, pero que en ese momento creí algo bastante racional. Voy con la obsesión de fijarme en los quitamiedos, pienso en que cuando subí, estaban todos intactos, pero a la bajada si encontraba alguno roto, es que algún vehículo se había golpeado contra ellos y posiblemente se había precipitado al vacío de algún precipicio. La paranoia se acaba cuando llego a Poncebos. Durante la bajada me cruzo con varios coches en la zona en la que había encontrado los desprendimientos, me preocupo en señalizárselos para que puedan evitarlos sin problemas, y es que hay varios que están en sitios que circulando normalmente te los encuentras de golpe.


Veo un coche que, desde el aparcamiento de la Ruta del Cares, comienza a subir siguiendo una señal que indica a “Camarmeña”. Le sigo. Una consecución de curvas de hormigón y fuertes pendientes me hacen subir entre primera y segunda marcha y en pocos minutos estoy en una localidad ínfima incrustada en una de las laderas del desfiladero del río Cares.  Me creo un auténtico héroe cuando llego hasta arríba, hasta que veo un camión de Coca-cola, que me baja de mi pedestal dándome cuenta de que él lo habría pasado peor que yo subiendo, a mí no me costó apenas. Intento aparcar en varios sitios, pero como todo está en pendiente, me es imposible asentar correctamente la moto. Al final en un camino donde hay una furgoneta C-15 con una pareja que dormía dentro (este es camping del bueno) puedo aparcar, me bajo, hago dos fotos y como hay poco que ver me decido a volver. Comento con la pareja lo difícil que es dar la vuelta a la moto en este pueblo, esquivo el camión de Coca-Cola y desciendo.
Después de esta micro visita regreso por el camino que he traído directo al sitio en que tengo pensado comer. 



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