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jueves, 18 de mayo de 2017

De Priego a Priego

El segundo día de ruta amanecemos pronto, ya que se espera largo. Nos vestimos como buenamente podemos y bajamos al bar de hotel a desayunar. Tomamos unas barritas de pan tostadas con tomate, un café y un zumo, desayuno que no es demasiado suculento, pero que aprecio mucho más que los banquetes de otros hoteles. Acabado el desayuno subimos a completar el ritual de la ropa de moto y rápido nos montamos para salir. De nuevo revisión de todo, cámara de fotos, vídeo, gps, móvil... es una locura lo de querer documentar las rutas, pero siempre tiene algo que te hace sentir especial.

Empezamos la ruta saliendo del pueblo y adentrándonos en la Hoz de Priego, un lugar de una belleza increíble, que te encierra entre enormes paredes y el río Escabas, que se muestra imponente mientras conduces por él, e incluso sus paredes parecen querer robarte el espacio en alguna de sus curvas. Prácticamente a la salida del cañón, nos encontramos con el pueblo de Cañamares, famoso por su mimbre, que en cierta época del año se puede observar en atadillos de color rojo intenso, pero que en estos días no muestra ningún rastro. Pasamos por delante de las piscinas naturales de Cañamares, lugar donde cerraremos la ruta circular a la vuelta.

A los pocos metros nos desviamos, eligiendo una carretera sinuosa y medio abandonada en lugar de un cómodo túnel para llegar al mismo punto. Bordeamos la localidad de Cañízares y llegamos a Puente Vadillos. El pueblo nos recibe con vista imponente desde la carretera, encajonado en la montaña se advierte un cañón por el que aun no sabíamos que íbamos a pasar. Unos metros después una fábrica nos quita toda la ilusión del paisaje debido a que está inundando el valle con una nieblina blanca que sale de sus chimeneas, una lástima.

No lo tengo planeado en ruta, pero recuerdo perfectamente en el mapa el desvío hacía la fábrica donde se envasa una conocida marca de agua, y no puedo evitar "cotillear" lo que se verá si voy hasta la misma puerta. La carretera es cautivadora, curvas, subidas y bajadas como ya se ven en pocas carreteras hasta que topas con una entrada donde no te dejan avanzar más, con lo que decido dar la vuelta y vuelvo por donde he venido. La mente comienza a funcionar sola y comparo la carretera que estoy viendo con las que se ven en la televisión de otros países como EEUU o Canadá.

De vuelta a la ruta principal salimos del pueblo y pronto nos encontramos con el primer arco de piedra de los muchos que cruzaremos a lo largo del día. Quiero fotografiarlo, y paro donde buenamente puedo. Prácticamente nada más salir del arco de piedra empieza la Hoz del río Beteta. Si la de Priego te dejaba sin aliento, está es menos angosta, pero te hace contener igualmente la respiración. Avanzamos por la carretera y en un rinconcito con cierto encanto, paramos a ver una cueva que marca, la cual finamente ni nos pudimos acercar debido a la indumentaria poco adecuada. Unas fotos y a seguir disfrutando de los kilómetros.


Seguimos, durante unos cuentos kilómetros de transición en dirección hacia Peralejo de las truchas y buscando cruzarnos con el Tajo por primera vez. Nada más cruzar el río por un puente, una carretera, que no merece su nombre, nos vuelve a adentrar en un cañón de película, no puedo evitar parar y hacer una foto a la moto en tan impresionante lugar. A partir de aquí la carretera transcurre preciosa pero sin mucho que destacar, pasamos pequeños altos, valles, etc. hasta que llegamos a Horiguela del Tremendal ya en la provincia de Arangón. Se que supone un pequeño rodeo, pero me apetece cruzar el pueblo, que mientras preparaba la ruta me llamó la atención.



Al salir de éste pueblo, entramos de lleno en la Sierra de Albarracín. Nos adentramos en grandes pinares y al poco de rodar por ellos veo un merendero apartado y decidimos tomar un primer descanso, son las doce de la mañana y necesitamos reponer fuerzas. Para entrar a un área recreativa cruzamos un pequeño arroyuelo que me hace sentir un endurero total y al pasar veo un pequeño nevero, donde no puedo evitar meter la moto para hacer una foto. Su primera vez en la nieve. Saco la moto de allí, no sin dificultades, y tomamos un pequeño "piscolabis".





Volvemos a la ruta, pero antes le pido a Julia que me grabe un pequeño vídeo cruzando el arroyo de vuelta, esta vez paso solo y puesto de pie, para enfatizar más el espíritu aventurero. Volvemos a la ruta y pronto los pinares nos abandonan dando paso a los campos de labranza. Pasamos el desvío hacia Albarracín y vemos como un gran perro ataca a un coche en movimiento. Paro a sopesar la situación, ya que un golpe contra tan enorme mastín sería como darse contra un muro en caso de que decidiera que nosotros también seríamos presa de su ira.

En esta parada Julia propone que podemos ir a Albarracín, que sólo hay 30 km. Lo creo un gran acierto, acepto y nos adentramos en un desfiladero que esta vez, me parece más a algún desfiladero de oriente que a mis imaginaciones del continente americano. Una maltrecha carretera nos lleva hasta un nuevo cañón que vuelve a impresionarnos y nos conduce directamente hasta Albarracín.


La vista del pueblo ya cautiva antes de llegar, y entre eso, y que cruzamos un túnel escavado en la roca (cosa que me alucina), me reafirmo en que Julia acertó completamente en su sugerencia. Como es la hora de comer, nos metemos en el primer bar que vemos. La comida rica y copiosa, aunque el servicio no termina de encajarme. Con la tripa llena, salimos a dar un paseo por el pueblo para visitarlo. Enorme error, ya que el primer tramo de escaleras me hace arrepentirme del codillo que me acabo de "apretar", me hace sudar, jadear y arrastrarme hasta un callejón que fotografío por su impresionante arquitectura de barro. Las fotos dicen más de lo que puedo describir de éste magnífico pueblo.

Visitado el pueblo, salimos de vuelta a la ruta original. Al llegar a un desvío veo que marca dirección Frías de Albarracín y como se que allí nace el Tajo, decido aventurarme para completar el día. Al llegar al sitio del nacimiento en concreto, me siento un poco raro. Supuestamente el río emerge entre unos monumentos y llena una pequeña charca que ofrece una bonita imagen de espejo. Lo cierto es que para ser el imponente Tajo, esperaba un nacimiento más rimbombante. Fotografías de rigor y volvemos a la moto.




A los pocos kilómetros volvemos a enlazar con la ruta original, a partir de ahora el riesgo es controlado. Volvemos a adentrarnos entre pinares y tomamos dirección hacia el nacimiento del río Cuervo, el cual ya habíamos cruzado esta mañana en Puente Vadillos. Siendo sinceros, y haciendo una comparación, el nacimiento de éste río es mucho más impactante por sus cascadas que el de un río mucho más importante como es el Tajo. Hasta las primeras cascadas se puede acceder sin muchos problemas por unas pasarelas habilitadas, pero el río realmente nace de la roca más arriba. Como vamos con ropa poco adecuada, y nos encantan las cascadas, hasta ellas llegamos.



Volvemos a emprender ruta, deshaciendo un par de kilómetros y me meto en una carretera, que los carteles advierten que es un pista de entresacas, aunque está malamente asfaltada. El sol ya empieza a escasear, y conduzco por la carretera mientras noto el fresco del ocaso. La carretera discurre por un pinar y se nota que por aquí la gente no pasa con sus coches de manera habitual. De hecho el único resquicio de actividad humana es un campamento que en las fechas que estamos se encuentra en situación de semi-abandono. Unos kilómetros más adelante pasamos por un par de arcos de piedra más y otros dos más un rato después. En éste momento ya empiezo a temerme que vamos a llegar de noche, pero no puedo evitar pararme en todo el santo medio a hacer unas fotografías.

Al poco llegamos a las piscinas de Cañamares, lugar que cierra la ruta circular que había preparado. Tomo un par de fotografías y rápido a la moto. Julia ya me comenta que está cansada y es normal. No hemos tenido tregua.

Nos volvemos a adentrar en la Hoz de Priego y el día aun nos reservaba su última sorpresa. Al final del cañón, mientras conduzco, vemos como desparece el sol entre las paredes que forman una "V". Un día así sólo podía culminar de esta manera.

Llegamos al pueblo exhaustos. Una ducha y salimos a cenar unas tostas en un bar. La gente anda embobada con el fútbol, así que ésta vez pasamos totalmente desapercibidos. Cuando acabamos vuelta y a dormir. Mañana visitamos Cuenca y para casa.

Os dejo el vídeo:




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