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lunes, 29 de mayo de 2017

De Priego a Cuenca y vuelta

Anoche acordamos una hora para levantarnos, y como soy como soy, a esa hora estoy en pie. Hoy toca el regreso.

Igual que ayer, me tomo mi desayuno de tostada con tomate, café y zumo. Al terminar, subimos a la habitación y hacemos las maletas (más bien bolsas de deporte). Con la habitación recogida, bajamos, devolvemos las llaves del hotel y pagamos. Cargamos la moto e iniciamos la marcha.

Salimos de Priego nuevamente por la Hoz que lleva su nombre. Me produce cierta "morriña" abandonar éste lugar, es precioso y tengo que volver a la ciudad plomiza de hormigón. Igualmente pasamos por Cañamares y cuando llegamos a éste pueblo, tomamos ruta en dirección contraria a la que tomamos ayer.

A partir de aquí empezamos a cruzar campos de cultivos, una zona muy llana y de vez en cuando nos acercamos a un río. Cuando nos acercamos a la ciudad de Cuenca, cambia el paisaje y es que hemos decidido entrar por la Hoz del Jucar. Ya conocía éste lugar, y es que alguna vez he acabado aquí escalando.

Visitamos la ciudad de Cuenca, en la que nunca habíamos estado juntos Julia y yo. Que decir de Cuenca y sus lugares típicos. Cuando nos paramos, tenemos que quitarnos toda la ropa de la moto y comprimirla en la maleta y es que hace un calor insoportable. Ir con la ropa supondría sombra y banco a cada minuto. El calor nos hace parar a tomar un refrigerio en la plaza mayor. Cruzamos el Arco del Bezudo y nos dirigimos a comer a un restaurante que ofrece unas hamburguesas impresionantes, pero debido a que es puente, se han visto sobrepasados y no nos pueden servir éste manjar. Al final comemos un menú bueno, pero no es la hamburguesa.

Al acabar de comer decidimos esperar unos minutos y ponernos en marcha. La vuelta se que no será muy animosa, ya que va a pasar por una zona de campos de labranza y poco más. Por momentos, pasamos por varios encinares que nos regalan unas cuantas curvas para aliviar las incansables rectas entre campos. En mitad del camino, un cartel nos informa de que la carretera que llevamos dejar de ser carretera y empieza a ser un camino rural, aunque éste camino, disfruta de un asfalto mejor que muchas carreteras. Adelantamos un tractor a cuyo conductor dejamos perplejo, ya que ni por asomo debía esperar que le adelantara una moto por aquellos lugares perdidos.

Cuando nos acercamos a Perales de Tajuña, tomamos la decisión de seguir por secundarias y obviar la autovía. Debido a que es vuelta de puente, va supercargada y no creo que al acercarse a Madrid se rebajara la cantidad de coches.

Al final entramos a Móstoles, recogemos a nuestro perrete de la casa de mis suegros y para casa. Mañana volveremos a ser gente normal y no los nómadas que nos hemos sentido durante tres días.



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