Etiquetas

martes, 28 de enero de 2014

Viaje al Norte. Parte 1. Los preparativos.

Como todo viaje bien organizado, este tuvo su planificación, empezando por una terrible tormenta de ideas. La imaginación me llevó por la Bretaña francesa, Portugal o por el norte de España. Al final me decanté por España para evitar el trámite de solicitar el carnet de conducir internacional, ya que soy poseedor del carnet de moto A2, que únicamente estaba, hasta la fecha del viaje, instaurado en España.

Solventada la duda de donde, ahora faltaba el cómo. Quería recorrer el norte de España pero no sabía si llevarlo a cabo de Este a Oeste o de Oeste a Este. Durante la primera planificación de carreteras, vi claro que podía hacer el viaje de Este a Oeste, para subir por La Rioja (una de las pocas comunidades españolas que aún no había pisado) y llegar hasta Galicia, donde tenía intención de visitar a una prima de mi madre muy acogedora, para posteriormente bajar a Salamanca (ciudad que tampoco conocía). El primer itinerario en bruto que me surgió fue desde Madrid a Soria, Logroño, Vitoria, Bilbao, Santander, Asturias, Galicia, Salamanca y de nuevo a Madrid.

Como escogí una fecha un tanto distinta a la habitual, en el mes de Septiembre, nadie podía acompañarme por temas laborales, ni siquiera mi chica, que está en paro y no le llegaba para los gastos. Con lo cual, tomé una decisión firme: “Me quiero ir de vacaciones en moto, y si hace falta, me iré solo”.

Con esta premisa, comencé a planificar la ruta a base de mapas y GPS. La navegación, la basé completamente en el GPS, ya que no tenía intención de llevar un solo mapa en papel en ningún momento y así lo hice. Tomé la determinación de evitar autopistas y autovías de la manera más rotunda, aunque ello supusiera coger caminos rurales o hacer kilómetros de más. La planificación de las rutas se planteó para visitar dos ciudades por día. Por supuesto, no tenía intención de empaparme completamente de cultura, formas de vida y demás, quería simplemente pasar por las ciudades, visitar sus zonas, monumentos y puntos más representativos y seguir camino. Durante el transcurso de la elaboración de las rutas, mi chica me contó que podría quedarse un par de días en Salamanca si íbamos con unos gastos sostenidos, y al final con este pequeño cambio, la ruta quedó de la siguiente manera:

-          Día 1 à Madrid – Soria – Logroño.
-          Día 2 à Logroño – Vitoria – Bilbao.
-          Día 3 à Bilbao – Santander – Asturias.
-          Día 4 à Asturias.
-          Día 5 à Asturias – Salamanca.
-          Día 6 à Descanso (Visita a Salamanca).
-          Día 7 à Salamanca – Ávila – Madrid.

Al final, tuve que sacrificar la pasada por Galicia para poder pasar un par de días con mi chica en Salamanca, pero finalmente resultó una gran idea, y así tengo excusa para realizar otro viaje que quizá me lleve por Portugal y Galicia, quien sabe.

Desde que tengo moto, siempre he tenido la idea en mente de viajar a mil sitios. Siempre ha rondado por mi cabeza lugares como el Cabo Norte, Praga o la Isla de Man. Con lo que en cuanto tuve mi Yamaha Tenere 660 comencé a orientarla a ser una moto viajera para emular a gente que ha dado la vuelta al mundo como Fabián Barrio, Ewan McGregor o Alicia Sornosa entre otros muchos. Realmente, a quien más admiro, sin menospreciar a los demás, es a Miquel Silvestre, que muestra infinidad de cualidades aparte de un incansable viajero.

Lo primero, allá por el mes de mayo fue ponerle la maleta tipo Top Case para poder guardar equipaje. En la primera escapada que hice en el mes de Agosto a las míticas carreras en el pueblo Leones de La Bañeza, me di cuenta de que un solo top case iba a ser insuficiente para un buen viaje, con lo que a un par de semanas me decidí a comprar las maletas laterales y así completar el kit para llevar equipaje. En el último segundo me quitaron unas maletas de segunda mano a las que había echado el ojo por internet y al final, contacté con un motero que vendía unas alforjas de cordura que terminaron siendo el complemento que me faltaba para viajar. Aunque se acoplaban perfectamente a mi moto, siempre me gusta llevar las cosas perfectamente sujetas y me decidí a hacerme unos soportes utilizando unos perfiles de aluminio, que durante el viaje cumplieron perfectamente su función.

Volviendo de La Bañeza, contemplé con horror como mi GPS se apagaba para no volver a encenderse más, había sufrido la muerte por la que caen todas las unidades de este modelo y me surgía con ello la primera complicación del viaje a unos 15 días de la salida. Nada más llegar a Madrid desde León, me puse a investigar a través de internet modelos de GPS que se adaptaran a mi forma de navegar y finalmente di con uno que me gustó y al que le añadí la cartografía para toda Europa pensando en el futuro. Durante unos días, el ritmo con mi nuevo GPS fue frenético, ya que todos sabemos que cualquier aparatito moderno lleva un periodo de aprendizaje y este tenía que ser muy acelerado porque me quedaban unos 10 días para partir. Iba literalmente a todos los sitios guiándome con el GPS, daba igual que fuera a por el pan, al trabajo o cualquier ruta por conocida que fuera.

El tema del alojamiento también fue variando según iba preparando el viaje. En un principio pensé en cargar la moto con la tienda y el saco, para parar donde buenamente pudiera cada noche y si el tiempo me lo permitía. Si finalmente las circunstancias no me eran favorables para dormir en tienda de campaña, cogería hoteles, hostales o pensiones sobre la marcha. Finalmente no pudo ser así, ya que el material de acampada lo sitúo en el asiento del acompañante, y como recogería a Julia en Salamanca, no podría haber llevado acompañante y material. Al final, en una tarde de sábado realicé todas las reservas de hoteles y hostales para los días del viaje a través de una página de internet.

El equipaje fue sencillo y siguiendo una regla básica, si no es esencial, se queda. Preparé una muda por día y una más de reserva, una camiseta por día y de las más viejas de la colección, para deshacerme de ellas según las fuera usando (cosa que nunca ocurrió) y así hacer hueco para el equipaje de Julia cuando la recogiera en Salamanca, un pantalón de cambio, una sudadera, un neceser, zapatillas de deporte para no ir con las botas de la moto a todos los sitios, un pequeño set de herramientas de emergencia y lo esencial para engrasar la cadena, no podía faltar un “librito” para echar los pocos ratos libres que pudiera tener por las noches en el hotel, con lo que también eché uno que me regaló Julia por navidades que agrupa todos los libros de Sherlock Holmes, un buen tomo. Todo esto se quedó guardado en las alforjas, dejándome hueco para mi otra gran afición, la fotografía. El equipo fotográfico fue guardado en el top case y cuando paraba en cualquier ciudad, lo sacaba para guardar el casco y traerme mil recuerdos. En el top case también tuve que meter un pequeño ordenador ya que viajar sólo con GPS te obliga a llevar las rutas en un ordenador e ir cargándolas.

La moto se encontraba en perfectas condiciones, ya que había pasado una revisión hacía 150 kilómetros y tenía la seguridad de que no iba a tener problemas, pero aun así, las revisiones básicas como tensión de cadena, aceite y presión de las ruedas no faltaron.

A dos días de la salida de mi viaje surgió una catástrofe, mi cuñado se rompió un hueso de la mano, con tal mala suerte que la rotura fue realmente fea y no valdría una escayola y reposo para curarla, tendrían que operarle. A esta altura, con hoteles reservados y demás, el viaje tenía muy mala pinta. Cuando pude hablar con mi cuñado, le comenté la situación y me ofrecí a retrasar las reservas y cancelar las que no pudieran retrasarse, pero me dijo que no se me ocurriera ya que no era una operación complicada y que no había necesidad de estar presente. Otro escoyo salvado.


La última noche antes de la partida, logré terminar el trabajo de elaboración de las rutas y con todo preparado sólo quedaba esperar al día siguiente para poder salir. Dormir se me hizo complicado, los nervios andaban presentes, pero finalmente caí para cumplir algo que llevaba tiempo deseando, viajar a la aventura. 

martes, 14 de enero de 2014

Pingüinos 2014 (Parte 2).

El sábado nos levantamos temprano, no eran más de las 9.30. El campamento ya tiene cierto movimiento. Me acerco a asearme un poco y cuando regreso a la tienda ya más compañeros se había levantado. Giramos la vista y vemos como un hombre pasea vestido simplemente con una toalla y unas chanclas, todo apunta a que se ha duchado y se pasea en toalla hasta la tienda donde se vestirá, y  a todo esto la temperatura no creo que suba de los 4º mientras el hombre no lleva especial prisa. Por todo esto se gana el aplauso de todos nosotros.

Nos acercamos a tomar el desayuno que ofrece la organización cuando te inscribes. Este está formado por un chocolate caliente, un huevo frito, pan, un par de magdalenas y una naranja. Hay quien se queja de este desayuno, pero lo cierto es que sólo el hecho de tomarlo allí, ya hace que a mi me sepa bien. Volvemos a la tienda y alrededor de la hoguera charlamos para hacer tiempo hasta la salida hacia el desfile de las banderas que nos llevará al mismo centro de Valladolid. Cuando decidimos arrancar empiezan las sorpresas, primero encontramos pinchada la Impala por un clavito mínimo pero suficiente para perforar la cámara de esta joya. Alberto tiene un spray reparador con el que podríamos arreglar la rueda, pero se rompe la boquilla del mismo y finalmente deciden dejar la moto en la concentración distribuyéndose Amaia y Bingen entre el resto de las motos. Solucionado el tema de la Impala, la BMW de Alberto decide no arrancar. Parece tener batería, aunque probamos con unas pinzas que nos deja otro pingüinero cercano, pero nada. Finalmente descubrimos que el problema está en que el sensor del punto muerto falla, al tener la pata puesta y una supuesta marcha metida la moto no arranca. La subimos al caballete y arranca sin problemas.

Con todos apañados nos acercamos a la salida del desfile, pero nos lleva casi media hora simplemente comenzar a movernos. Yo aprovecho para hacer fotos a todas las motos con las que salimos y a charlar un rato.





 Poco a poco vamos saliendo del recinto dirección Valladolid, lo cual nos lleva media hora larga debido al atasco de motos que se forma. Justo a la entrada de Valladolid nos volvemos a atascar y vamos prácticamente parados hasta llegar a la acera de la calle Recoletos, que es donde todos los años reparten el aperitivo y realizan exhibiciones de acrobacias en moto.  Este camino nos lleva dos horas, trayecto que debería realizarse en un cuarto de hora aproximadamente.



Por el camino nos hemos desperdigado todas las motos que habíamos salido del pinar y cuando finalmente nos juntamos acordamos donde ir a comer. Hacemos dos grupos, uno de ellos se va a comer lechazo y el resto nos metemos en un restaurante italiano en la misma acera de Recoletos, donde ya comimos el año pasado bastante bien. Como somos ocho personas nos tienen que hacer hueco y nos permiten comer en una mesa con hora tope ya que se encuentra reservada. Comemos bien, igual que el año anterior y entre comentarios sobre nuestro olor a "chasca" salimos del restaurante. Nos dirigimos a un supermercado, donde como un desesperado busco los tapones que olvidé para dormir. Además aprovechamos y compramos algunas cosillas más para pasar la noche. Volvemos y nos sentamos un rato a ver la exhibición de acrobacias hasta que finalmente nos reunimos todos el grupo y salimos de vuelta hacia el pinar.

Una vez en la acampada de nuevo decidimos bajar hacia el pueblo a ver los puestos que ponen y aprovechar a dar un paseito. Aunque es un poco pronto, cenamos lo que ofrece la organización. Cuando estoy en el pueblo aprovecho a comprar una taza con mosquetón que llevaba tiempo buscando para las concentraciones, mientras la compro recibo la llamada de Jessi, una antigua compañera, muy buena amiga y gran amante de las motos. Se ha pasado a ver el ambiente y ya de paso a saludarme. Dejo por un rato el grupo y paseamos por los puesto con ella, su chico y sus amigos. Cuando ya se van, me vuelvo con Alberto al pinar y nuevamente nos reunimos en torno a la hoguera. Este año no vemos conciertos ni nada en la plaza de Pingüinos. Pasamos casi todo el tiempo en la hoguera. Ya a última hora decidimos meternos en una carpa donde tienen un cañón de calor para coger temperatura y no irnos fríos al saco.

Cuando me meto al saco recuerdo haber echado unos saquitos que se autocalientan, los abro y echo cuatro dentro, lo que unido al cansancio y mis nuevos tapones me hacen pasar una noche maravillosa sin enterarme de nada.

Ya a la mañana siguiente la misma rutina, aseo desayuno y hoguera, sólo que hoy ya es domingo y toca despedida. Vamos recogiendo las tiendas y demás, cada uno guarda sus cosas en la moto y a eso de las doce empieza a marcharse la gente. Los primeros que salen son la cuadrilla vasca, nos despedimos hasta el año siguiente y haremos por mantenernos en contacto. Benjamín y su sobrino se vendrán con nosotros durante medio camino donde tomarán dirección Ávila.

Yo aun sigo pensando que Andrés y su chica llevaban demasiadas cosas para ir en una moto deportiva, pero lo cierto es que se apañaron bastante bien. Mucho mejor de lo esperado. Todo un artista Sesmero colocando bultos en su moto.
Salimos del recinto del pinar, con pena porque se acaba y con ganas de volver. Pingüinos es algo que marca y siempre deja ganas de más, a pesar de algún mal momento por el frío que se pueda pasar. El camino de vuelta es bastante tranquilo. Está plagado de radares móviles, pero no tenemos mayor problema ya que vamos con tranquilidad y sin ninguna prisa. Cuando llegamos al desvío de Ávila Benjamín y su sobrino se despiden y se separan del grupo. Unos kilómetros más adelante paramos a comer algo rápido, y es que por detrás nuestra se están formando nubarrones. Reemprendemos ruta y subimos el Alto del León. Cuando coronamos vemos un precioso mar de nubes que cubre toda la comunidad de Madrid. Aunque esto es bonito de ver, se sabe que en algún momento ese mar de nubes será niebla y posibles lluvias debajo. Al final descendemos y sólo se queda en amenaza. Tranquilamente llegamos a Móstoles y a la entrada nos separamos las tres últimas motos, cada uno va hacia su casa. La ducha y el descanso son más que necesarios. Hemos llegado bien, lo hemos pasado en grande y todos volvemos con ganas de repetir, me encanta Pingüinos y por el momento tengo intención de seguir volviendo año tras año. 

P.E.: En un par de días o tres comenzaré a subir la crónica de mi viaje en solitario por el norte de España.

Pingüinos 2014 (Parte 1).

Por tercer año consecutivo decidí volver a la concentración invernal de Pingüinos. Como muchos sabréis el primer año me acerqué con mi primera motocicleta un maxiscooter de 125 y los otros dos años lo he hecho en mi actual montuna la Ténéré, con la cual puedo permitirme el lujo de llevar todo lo que necesito y no olvido en casa.

Lo primero y una de las cosas que más me gusta es organizar el itinerario. Después de dos años me es fácil, y como otros años decido evitar las autovías en la medida de lo posible. La ruta me lleva por Valdemorillo, Galapagar, El Escorial, Guadarrama y nada más cruzar el puerto de Guadarrama llegamos a San Rafael y así un buen puñado de pueblos. Hacemos una parada en el mismo sitio donde paré el año pasado, un pequeño bar de Olmedo que no me deja tan buena impresión como recordaba y de ahí seguimos camino hasta Puente Duero, localidad donde, por último año según se cuenta, se celebra Pingüinos.


La preparación es lo mismo de siempre, tienda, algo de herramienta, saco, material de aseo, ropa de repuesto y desde el año pasado se ha hecho imprescindible un elemento clave, la bota de vino para los momentos en los que aparcamos la moto y disfrutamos de la acampada.

Como preparo la maleta el día de antes, me permito levantarme con el tiempo justo para echar gasolina y salir al punto de encuentro ya que este año no voy solo. Echar gasolina se convierte en toda una odisea y, a pesar de estar la gasolinera vacía, no se como pierdo veinticinco minutos lo que me hace llegar tarde con los compañeros de ruta (vaya ejemplo). Cuando llego al punto acordado me esperan allí Alberto buen amigo y cliente, Andrés amigo del foro de Moterus y su chica Arantxa, ha entrado de lleno y parece encantarle el mundo de las dos ruedas. 

Rápidamente nos ponemos en ruta y dejamos pasar los kilómetros hasta llegar Olmedo, donde me tienen que recordar que hay que parar de vez en cuando, ya que desde el viaje a Irlanda estos tramos de 200 Km apenas se me hacen pesados y si llego a ir solo quizá hubiera llegado a Pingüinos del tirón. En Olmedo nos tomamos un caldo y un decepcionante bocadillo de tortilla con jamón y chorizo. Mientras desayuno llamo a Bingen, uno de los compañero de aquel maravilloso grupo que se creó el año anterior cuando no nos conocíamos de nada. Le digo que estamos a punto de llegar y acordamos que saldrá a buscarme para localizar la zona donde están acampados. 

Por fín llegamos al recinto y sacamos las inscripciones para después hacernos la foto de rigor en el arco de la entrada principial


Nada más entrar al recinto llamo nuevamente a Bingen el cual sale a buscarnos. Cuando le veo aparecer descubro el verdadero sentimiento de la envidia, y es que aparece en una Montesa Impala que se compró y el mismo ha restaurado. Quienes me conocen saben que yo tengo un deseo bastante grande por poseer una de esas máquinas y de ahí mi envidia, sana eso si. Cuando llegamos al "campamento" saludo a Amaia (la mujer de Bingen) y a todo el grupo con el que han venido este año. Me hace bastante ilusión encontrarme a esta pareja y es que Pingüinos tiene estas cosas. Después de 10 minutos babeando delante de la Impala, montamos la tienda en la que vamos a dormir Alberto y yo procurando dejar todo preparado para que por la noche sólo tengamos que meternos al saco. Al rato aparece Benjamín y su sobrino en la Honda Panaeuropea cargados hasta los topes, otra pareja que nos acompañó el año pasado. Comemos y después de una corta charla salimos hacia la excursión de Mojados. 

Como cada vez que hay alguna salida desde la acampada, tardamos un buen rato en salir del recinto, atravesamos el pueblo de Puente Duero y tomamos una ruta bastante fluida hasta Mojados. Allí decidimos tomar algo en un bar y evitar la inmensa cola que hay para coger la merienda. Cuando llevamos un rato, aparece Alberto, amigo y antiguo compañero de rutas 4x4 que ha llegado. Después de tomar algo nos acercamos y hacemos algo de compra. Con las maletas llenas de víveres volvemos a la acampada. Entre conversaciones, se nos pasa la hora y no celebramos la nochevieja pingüinera. 

Después de una larga charla en torno a la hoguera nos metemos al saco. Cuando empiezo a buscar entre mis cosas de aseo, horror! no eché los tapones y es que estos son indispensables cuando se duerme en tienda de campaña entre gente que tiene ganas de mucha juerga y motos que hacen cortes de inyección. Paso una noche para olvidar aunque consigo descansar los mínimo para el día siguiente.