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martes, 4 de octubre de 2016

Pueblos de la arquitectura negra o como acabar con un dedo roto.

Ya desde un principio estaba claro que este verano que este verano era para no perdérselo. Como ya habréis leído, Portugal no pudo ser por motivos familiares que me tuvieron retenido en Madrid durante una semana, pero harto del calor y la incertidumbre, decidí que tenía que ponerme en "movimiento" como bien se puede leer en las maletas de mi moto.

Había sido una semana dura a nivel psicológico, ya que después de tener la intención de volver a la carretera tres años después verme obligado a cancelar a falta de colgar las maletas, es un buen trago. Pero lo importante de los baches, es que están ahí para pasarlos y seguir adelante.

Decidido a dejarme las pestañas en el ordenador, me planté y en pocas horas dejé creada la ruta que me iba a llevar por la región de Guadalajara que recibe el nombre de las construcciones típicas de sus casa, Los Pueblos de la arquitectura negra. En concreto, queríamos visitar los pueblos de Cogolludo, Valverde de los Arroyos, Tamajón, Campillo de Ranas y Majalrayo. Como toda comilona, siempre debe hacerse buena sobremesa, y para después de comer preparé la vuelta por la más que famosa "muralla China de Guadalajara", La Hiruela, Montejo, Horcajuelo y Horcajo de la Sierra.


Con la ruta cargada en el GPS, arranco a Julia de la cama y comenzamos bien prontito. El primer tramo lo hacemos por las aburridas autovías de circunvalación de Madrid hasta llegar cerca de la ciudad de Guadalajara. Allí es donde abandonamos la A-2 para adentrarnos en el mundo de un carril por sentido. Como ando un poco "enquilosado" con la navegación, pago el pato y me paso una incorporación de una nacional a otra y me toca sumar unos kilómetros más a la ruta. Solventado el despiste, nos adentramos en CM-101, que al principio es bastante aburrida, pero que Julia y yo hacemos divertidas con las canciones del verano. Poco a poco, la carretera comienza a serpentear hasta que empieza a ser divertida pasado Humanes. Después de unos kilómetros de curvas suaves, llegamos a Cogolludo, donde plantamos la moto en un lateral de su plaza y decidimos que es hora del segundo café de la mañana. En la plaza está el Palacio de los Duques de Medinaceli, pero decidimos dar un pequeño paseo por el pueblo y adentrarnos un poco para descubrir el encanto de sus calles y ver desde la parte baja del cerro su castillo al que sólo quedan unas pocas piedras en pie.

Pues visto todo lo que queríamos ver de Cogolludo, nos disponemos a recorrer los kilómetros más intensos, en lo que a la moto se refiere, para dirigirnos a Valverde de los Arroyos. La carretera transcurre en una zona de pinares y encinares que impresionan, además, continuamente puedes ir viendo en el margen izquierdo de la carretera la vertiente sur de la Sierra de Ayllón dominada por el pico Ocejón que se sitúa muy cerca de nuestro próximo destino. La carretera es buena y entretenida hasta llegar al desvío para entrar al pueblo, donde la GU-211 se vuelve una carretera interesante de conducir pero que te exige mucha más concentración que las anteriores. Un firme un poco descuidado y una buena cantidad de curvas ciegas no te permiten mas que estar pendiente del trazado. Finalmente llegamos a Valverde de los Arroyos justo a la hora del aperitivo.

Como al pueblo no puedes entrar con tu vehículo, dejamos la moto en el parking habilitado. Con este pueblo tengo algo especial. Es la tercera vez que lo visito, y lejos de aburrirme, cada vez ha despertado en mi más interés. Julia se queda prendada de él, e incluso miramos unas casas rurales para futuras visitas. Todas las casas en general tienen un encanto muy especial, pero la plaza, con la fuente en el centro y la torre de la iglesia dominando por altura a todos los edificios construidos con la pizarra negra, hace de esta plaza una de las que más encanto tiene a mi parecer. Subimos hasta la explanada de hierba que  hay a la salida del pueblo y vagabundeamos un rato por sus calles hasta que llega la hora de volver a la moto. Como siempre, busco un atajo y para llegar al parking hago que Julia hago un poco "la cabra", cosa que la cabrea un poco y que en cierto modo, a mi me divierte. Finalmente, nos montamos en la moto y tomamos rumbo a Tamajón.




 Nos encaramamos a las faldas de la sierra de Ayllón y vamos bordeando sus laderas, dejando Almiruete a un lado para después llegar a Tamajón. Salvo alguna casa puntual, no nos da la impresión de que este pueblo tenga mucho de arquitectura negra, así que decidimos no bajarnos de la moto y continuar camino hacia Campillo de Ranas.

Al poco de salir de Tamajón y pasado el cruce de la GU-211, nos metemos de lleno en lo que llaman la Ciudad encantada de Tamajón. Hace honor a su nombre y se asemeja ciertamente paraje natural con el que comparte nombre y que se encuentra en Cuenca. Es cierto que es más pequeño en extensión y cuando llegas a la Hermina de los Enebrales ya no queda huella de esta.

En la curva siguiente a esta Hermita es donde se produce lo que hace honor a la segunda parte del título de esta historia.
Al parecer, en plena bajada llena de curvas un vecino de la zona decide hacer rally y se sale si más consecuencia que quedarse atascado en un vierteaguas. Cuando llegamos nosotros hay varios coches parados asistiendo al susodicho. Como tengo alma caritativa, no dudo un momento en parar y echar un mano, con el típico "que si tira por aquí", "que si levanta de allí", etc. En un momento determinado, el grupo, decidimos que podemos tirar de los pilares del coche y así balancearle hasta lo liberemos y aquí llega el trágico suceso. Un individuo que se encontraba por allí, y al que por favor le pido que se limite a mínimos en el próximo accidente, decide, que sin prestar atención, es hora de cerrar puertas. Tal es mi suerte, que cuando cierra una de las traseras, mi mano se encuentra en el pilar central del coche. No puedo decir que sufriera un dolor de muerte, porque la adrenalina del momento ayudó bastante, pero el susto fue tremebundo. Cuando saco la mano de mi atrapamiento, rápidamente me quito el guante de la moto y reviso que haya cuatro dedos y un pulgar. Están todos, pero el meñique tiene marcas de haber sido aplastado mucho más que el resto. La falta de un dolor insufrible y el hecho de poder mover el dedo me lleva a seguir ayudando hasta que sacamos el coche. Cuando terminamos la tarea y la adrenalina decide marcharse, comienzo a notar la boca seca, pido agua y una señora amablemente me lleva hasta su coche para ofrecerme un perfecto caldo en botella de "Bezoya". En ese momento llega el mareo, que ya había detectado unos segundo antes y decido que si me va a atizar, que sea sentado. La mujer y su marido se muestran preocupados y se ofrecen a llevarme a un médico, pero como al poco tiempo me recupero se lo agradezco y declino su invitación. En ese momento me levanto y descubro que de allí se ha largado todo el mundo. El accidentado, el que me pilló y los otros 10 coches que pararon. Al final, con disgusto por lo buena que es la gente, y con la premisa de que esto el voltarén en crema lo quita, consigo montarme en la moto.

Decidimos saltar Campillo de Ranas y verlo a la vuelta, e ir directamente a comer a Majalrayo. Cada vez que tengo que cambiar (la mano que me pillan es la izquierda, la de embrague), tengo que hacer un ejercicio mental de inspirar, apretar mientras expiro e ir colocando la mano donde menos me duela el dedo. Ya en Majalrayo, la camarera me trae algo de hielo y nos comemos un bocadillo. Para terminar de aprovechar el hielo damos una vuelta por el pueblecito, que esta vez si, tiene todas sus casas construidas con la típica pizarra negra. El hecho de tener la mano superdolorida, me lleva a no hacer foto alguna, con lo que de aquí en adelante, todo letra!!

Bajamos de nuevo a Campillo de Ranas y esta vez si, paramos a mirar un rato, una iglesia y un reloj de sol que son lo que distinguen a este pueblo del resto de los de la zona, o así lo veo yo debido a la situación. En cinco minutos, y perdiendo la oportunidad de disfrutar más de este pueblo, nos recorremos el pueblo y nos montamos de nuevo en la moto. A la salida, nos cruzamos con un coche que viene a una velocidad excesiva y me hace coger el embrague de una forma que me causa un aguijonazo increible en el dedo, pero me muerdo la lengua y sigo, ya que no quiero preocupar a Julia.

Saliendo de Campillo de Ranas viene la parte que más deseaba del viaje, la peor carretera, la muralla China. Aun con un dolor terrible cada vez que cambio (es una carretera de 1ª y 2ª todo el rato) disfruto de este tramo de hormigón rayado que es una barbaridad y cuando estamos terminando el disfrute me hace olvidarme del dolor hasta el punto que animo a unos ciclistas que iban subiendo por aquí.

El resto del camino, se que se desperdició bastante, pero mi principal interés era llegar lo antes posible a la A-1 para entrar en autovía y no tener que andar metiendo marchas en cada curva. El camino hasta casa fue fácil todo por autovía.

Cuando llego a casa, me ducho y casi obligado por Julia voy al hospital, y es que ya tengo el dedo bastante amoratado aunque el dolor ha remitido. Por el hospital todo el mundo se empeña en preguntarme si he dado un puñetazo a algo o a alguien, a lo cual siempre contesto con una negativa. Finalmente tengo el diagnóstico, fractura desplazada y rotada de la primera falange del meñique. Una doctora muy joven me dice que si consigue reducir bien la fractura no hace falta operar, me pide que me siente, a lo que yo respondo que mejor me tumbo, que soy de marearme y con una maña increíble y un dolor infernal me reduce la fractura a la primera. Finalmente, me pasé 4 semanas escayolado y a día de hoy he recuperado totalmente la movilidad y el 80% de la fuerza. El trabajo sigue y las rutas se me acumulan. La próxima, ver a una recién nacida en Cantalejo.

1 comentario:

  1. Al final fue todo un milagro aguantar la ruta con el dedo en ese estado! Seguro que en la siguiente visita la vas a disfrutar una barbaridad comparada con la anterior.

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