En el segundo día de me viaje me levanto
temprano y al mirar por la ventana veo que hay algo de niebla, esto puede
dificultar mis andanzas por la carretera. Después de vestirme y asearme bajo a
desayunar. Tomo un buen desayuno, ya que el siguiente salto me llevará a
Vitoria y por lo que recuerdo la ruta me lleva por carreteras suculentas que se
me pueden hacer largas. Cuando subo de desayunar, la niebla ha desaparecido.
Recojo lo poco que me quedaba y lo guardo todo en las alforjas. Bajo, coloco
todo el equipaje en la moto, hago el “check-out“
y ya estoy listo para salir.
Abandono Logroño por una zona industrial y rápidamente cruzo
un puente por encima del Río Ebro. Tomo
dirección hacia La Rioja Alavesa y
mientras voy casi paralelo al Ebro, voy viendo multitud de bodegas. No soy
aficionado a los vinos, pero al pasar por el pueblo de la Guardia, veo una
bodega con un edificio que ya había visto antes supongo que en televisión o en
alguna publicación. Me pica la curiosidad y por un rato, me desvío de mi
camino. Sigo camino y nuevamente entro en la provincia de Álava, por fin llego a Vitoria. Después de un par de vueltas por el centro, consigo encontrar un sitio de mi gusto para dejar la moto, pero mientras que la estoy subiendo en el caballete, este me pilla una bota y la moto se me vuelca. Mi manillar se apoya en el asiento de una vespa, hago un esfuerzo descomunal para evitar que ambas motos vayan al suelo, pero no soy capaz de llevar a mi compañera hasta una posición vertical, pido ayuda y un hombre poco amable en sus modales que me echa una gran mano a levantarla, he de estarle muy agradecido a pesar de que no fue muy agradable conmigo:
- - Perdona, me puedes ayudar que se va al suelo.
El hombre se acerca, me ayuda y la moto vuelve a su
posición. Supervisa el que yo monte la moto en el caballete.
- - Ten cuidado que vas a dar a las demás motos.
- - Es cierto, pero es que con la moto cargada se me
hace difícil manejarla en parado.
- - Sí, pero ten cuidado.
Pasan dos segundos y aun me encuentro en ese pequeño momento
de “shock” cuando el hombre se da la vuelta de una forma bastante brusca
diciéndome en tono irónico “de nada”. Señor, debe disculparme, el “shock” no me
dejó ser cortes y amable, pero a pesar
de sus modales, le estaré eternamente agradecido. Reviso mi moto, reviso el
asiento de la vespa y observo que ambas han resultado ilesas. Toda una suerte.
Solventado este problemilla, me dispongo a visitar la ciudad
y como siempre, lo primero que hago es buscar postales y sellos. Los encuentro
en la Plaza de la Virgen Blanca y aprovecho para acercarme a la oficina de
turismo donde me informan muy amablemente. Visito la Iglesia de San Miguel, los
Arquillos y me adentro en la Ciudad Medieval como la llaman allí. Las calles
son supe calmadas y me encanta la tranquilidad que se respira en algunos
puntos. Una cosa que me llama la atención son los grandes murales de infinidad
de colores que decoran algunas fachadas.
Tras una visita rápida a los lugares que me mostraron en la oficina de turismo, se me hace la hora y me siento a comer a los pies de la Parroquia de San Pedro. Un menú muy rico, que se me hace muy barato por lo elaborado del mismo (unos doce euros). Me relajo mientras como y paso un rato largo distraído escribiendo postales y mi “cuaderno de bitácora” .
A la vuelta hasta la moto encontré una manifestación frente
a la Diputación Foral de Álava, no entendí los motivos, ya que las pancartas
estaban en Euskera, pero había un buen puñado de ertzaintza, así que preferí
alejarme sin hacerme más preguntas. Llegué a la moto, y tras colocarme bien la
chaqueta, casco, guantes y demás, me dispuse a coger dirección Bilbao.
Cuando me dispongo a buscar el punto de inicio de la ruta
desde Vitoria a Bilbao me doy cuenta de que por la mañana, mientras buscaba
aparcamiento, entré por una zona restringida al tráfico y vigilada por cámaras.
Entré detrás de un autobús y no me percaté, pero qué le vamos a hacer… ya
llegará la multa.
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