el cartel y observo el paisaje que me deja ver dos provincias de España, Soria y La Rioja. En este punto es cuando por fin empiezo a darme cuenta de lo que realmente estoy haciendo, de él increíble viaje que me queda por delante y la bonita experiencia que me queda por realizar en unos pocos días.
De vuelta a la moto, comienzo a bajar por la vertiente riojana del Puerto de Piqueras y comienzo a notar las advertencias del camarero, la carretera está a medio asfaltar y además, está llena de brea, lo que ocasiona que todos los vehículos con lo que me cruzo levanten grava e incluso de vez en cuando note alguna pedrada que proviene de mis ruedas.
Entro hasta el hotel con mucha facilidad. Ya alojado, descargo las alforjas de la moto y me instalo en la habitación. Es un hotel fantástico y me alegro de una reserva bien hecha. A pesar de un pequeño contratiempo con la red de internet, me atienden de manera muy agradable en la recepción. Las agradables recepcionistas, gastan un extra de paciencia porque entro y salgo del garaje con la moto en varias ocasiones.
Como ya es tarde, me doy prisa en volver a salir para visitar Logroño y comprar las postales y los sellos que me hacen falta. Al parar a comprar veo con alegría una moto igual que la mía aparcada, me hace ilusión, no es muy frecuente ver mi modelo de moto por la calle.Comprado el taco de postales y sellos, me voy al centro siguiendo las indicaciones.
Aparco cerca del parque del Espolón y me decido a visitar el centro a pie. Al igual que Soria, Logroño es una ciudad muy bulliciosa. Me decido a intentar perderme por el centro y rápidamente encuentro la Concatedral de Santa María de la Redonda, hago algunas fotos y me dirijo por la calle Portales, que está abarrotada, hasta la Puerta del Revellín. Bajo por otra calle que está llena de bares con terrazas y allí aprovecho a tomarme una cerveza (no más que hay que volver en moto al hotel), a escribir las postales y mi diario de ruta en la agenda que me regaló Julia de su viaje a Florencia.




Como ya es tarde, me doy prisa en volver a salir para visitar Logroño y comprar las postales y los sellos que me hacen falta. Al parar a comprar veo con alegría una moto igual que la mía aparcada, me hace ilusión, no es muy frecuente ver mi modelo de moto por la calle.Comprado el taco de postales y sellos, me voy al centro siguiendo las indicaciones.
Como ya se me hace de noche, busco un lugar para cenar algo rápido y vuelvo a coger la moto. En el recorrido voy buscando para poder echar mis postales en algún buzón y me percato de lo difícil que es encontrar uno en cualquier ciudad hoy en día. Pero no desisto y busco una oficina de correos que me crucé de camino al centro por la tarde. En este momento, me percato de que no llevo GPS y no conozco absolutamente nada de la ciudad. Me he perdido por Logroño. Después de una gran vuelta que me lleva por un barrio muy mal iluminado, un polígono industrial, un parque enorme y una carretera de circunvalación, al final encuentro el hotel y tomándolo de punto de referencia, logro encontrar la oficina de correos para echar en el buzón de esta mis postales. Bastante cansado, aunque menos de lo que había esperado, me vuelvo al hotel, donde encierro la moto en el parking y me doy una buena ducha, que ya iba haciendo falta.
Ya más relajado, me dispongo a descargar en mi netbook los datos de la ruta y a cargar los de la ruta del día siguiente y me doy cuenta de que mi día no acaba aquí. ¡Horror! No sé muy bien por qué, las rutas no están en el ordenador y tampoco en la memoria USB en la que creí haberlos cargado. No está todo perdido. Julia, con mucha paciencia, se acerca a mi casa y desde mi ordenador me reenvía las rutas por e-mail. Mi salvadora. Con las rutas en el ordenador, me aseguro bien de que hago un duplicado y las meto en la memoria USB.
Ahora si que puedo ver un rato la televisión, aunque casi antes de que me entere me estoy quedando dormido. Pongo el despertador y me arropo dispuesto a dormir. Ha sido un día largo y emocionante.
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